Las representaciones de Moros y Cristianos gallegas actuales se integran en las fiestas patronales, en varios casos en las del Apóstol Santiago, y son frecuentes en los textos utilizados las alusiones a la legendaria
Batalla de Clavijo, al no menos legendario Tributo de las cien doncellas, y a las historias y personajes del Ciclo carolingio medieval (Carlomagno, Roldán, Oliveros, Reinaldos, Balán, Fierabrás, Ferragut...), historias que fueron muy populares por toda Europa y que sabemos fueron conocidas en Galicia, León-Zamora y el norte de Portugal, zona en la que también tuvieron reflejo en el siglo XIX en las representaciones populares de Moros y Cristianos (Auto de Floripes y Auto de Santo António, ambos en feligresías de Viana do Castelo, y Comédia dos Doze Pares de França de Argozelo (Vimioso).

Dicha temática se inserta en el contexto jacobeo desde épocas tempranas (siglo XI), en relación con las leyendas hispano-francesas sobre la expedición militar de Carlomagno en España contra los musulmanes y el descubrimiento del Camino de Santiago (
Nota emilianense, Poema de la toma de Almería, Pèlerinage de Charlemagne, Chanson de Roland...). Un claro precedente literario medieval para las luchas de Moros y Cristianos gallegas se encuentra en el denominado Pseudo-Turpín (=Historia Turpini), relato del siglo XII recogido en Libro IV del Códice Calixtino de la catedral de Santiago, en el cual se incluyen dos Diálogos Moro-Cristiano que son evidentes precedentes de las disputas actuales: el Diálogo de Carlomagno y Aigolando antes de una batalla, que termina con la conversión y bautismo de los moros, y la famosa Disputa de Rolando y Ferragut, seguida de combate singular entre ambos y victoria del cristiano, justa de la cual tenemos abundantes referencias en la literatura y numerosas representaciones plásticas en el arte románico [1]. Esta Materia de Roncesvalles siguió siendo popular en la Edad Moderna (romancero, Historia de Carlo Magno y de los Doce Pares de Francia...), y se popularizó todavía más en el siglo XVIII con las secuelas de la Historia de Carlo Magno y los pliegos de cordel que las transmitieron, lo cual explica la existencia de representaciones como las portuguesas citadas o la Danza de Carlomagno de La Baña (León), representada hasta 1948 [2].

En el caso de Mouruás, intervienen en la representación por el bando cristiano: Carlomagno, Roldán, Oliveros y Reinaldos, lo cual establece una conexión clara con el Pseudo-Turpín y las historias de los Doce Pares de Francia, que forman parte de la leyenda jacobea desde la Edad Media. Según información del vecino de la localidad Domiciano Sabín, y de investigadores como Demetrio Brisset, el texto base de esta obra habría sido llevado a Mouruás en los años 20 por un vecino del pueblo, que ejercía el oficio itinerante de capador en la zona de Cuenca, lo cual para González Reboredo justificaría las evidentes coincidencias con textos como los de Villaconejos de Trabaque (Cuenca), Alcalá de la Selva (Teruel) o Tuéjar y Aras de los Olmos (noroeste de Valencia) [3]. Sin embargo, hay pruebas de que en la zona la memoria popular mantuvo vivas las historias y leyendas medievales de Carlo Magno y los Doce Pares. Murguía en 1885 y Risco en 1946 publicaron dos testimonios de su pervivencia: las mouras convertidas en piedras de cuarzo blanco por "San Roldán" en Valdeorras, y la historia recogida de la boca de ancianos de Cambela (San Xoán de Río-OU): "[los moros] fueron vencidos por los Doce Pares de Francia, después de sostener muchas y heroicas batallas. El rey de los moros se llamaba Almirante Balán y el de los Doce Pares o cristianos se llamaba Carlomagno. Después de vencidos los moros, muchos de ellos se convirtieron, abrazaron la religión cristiana; éstos quedaron entre los vencedores y los que no quisieron convertirse, los mataron. El rey fue uno de los que no quiso convertirse y lo mataron. Después quedaron los Doce Pares de Francia, y los moros que se habían convertido, habitando y gobernando el país. Los moros dicen que eran hombres de mucha fuerza y muy robustos, que tenían grandes riquezas y tesoros encantados" [4].

Otra leyenda de la zona que testimonia la popularidad del las historias del ciclo carolingio es la del
Salto de Roldán, el cual habría pasado de un brinco el río Sil, dejando en la roca en la que aterrizó las huellas de las herraduras de su caballo. Este salto prodigioso se atribuye en algunas versiones a Santiago, lo mismo que saltos similares (Ribeira, Camba...), adjudicados en unos casos a Santiago y en otros a Roldán, del cual se afirma que su caballo era blanco como el del apóstol y al que se califica de Santo.

La representación de la
Batalla se hizo ininterrumpidamente en Mouruás hasta mediados de la década de 1950. De esa época se conservan algunas descripciones y fotografías (cf. Foto A y Vicente Risco, figs. 53 y 54), que documentan como los cristianos montaban a caballo y vestían trajes, corbatas y componentes de uniformes militares, utilizando como armamento espadas de madera [5]. A partir de esa fecha dejó de hacerse, pero en los años 1984 y 1985 se recuperó y se recompuso el texto antiguo con algunos añadidos y modificaciones (Carlomagno pasó a ser Don Carlos de Austria), al tiempo que se adquirió vestuario de época en la Casa Cornejo de Madrid. La recuperación no cuajó y dejó de hacerse, pero recientemente ha vuelto a recuperarse. Los participantes, todos a caballo, siguen siendo cuatro en cada bando, más un ángel que ayuda a los cristianos. Demetrio Brisset señaló hace tiempo que es probable que las guerras de África de finales del XIX y principios del XX revitalizaran las antiguas representaciones de Moros y Cristianos en España, y en Galicia González Reboredo ha encontrado indicios de lo mismo en varios lugares, especialmente aquí en Mouruás, donde uno de los moros de la Batalla se llama Muliabás, variante popular del nombre de Muley-el-Abbás, hermano del sultán de Marruecos durante la guerra hispano-marroquí de 1850-60 (Muhammad ibn ‘Abd al Rahman), la cual tuvo una amplia difusión en la prensa de la época y popularizó a personajes como este líder marroquí, derrotado por el general Prim y firmante del Tratado de Wad-Ras que puso fin a la Primera Guerra de África [6].

Como en muchas otras representaciones de Moros y Cristianos, tanto gallegas como del resto de la Península, la trama se centra en el intento de los moros de apoderarse de la imagen del santo (en este caso, Santiago). La representación de Mouruás se compone de cinco escenas, dos representadas al principio y al final de la procesión, y las tres restantes en diferentes lugares del recorrido (cf. croquis de González Reboredo en Foto B). La secuencia de las escenas es la siguiente:

1- Arenga de Carlomagno (Don Carlos) y juramento de sus huestes.
2- Confrontación con Alí, primero, y más tarde con el resto de moros (Mustafá, Muliabás y Tarzor), en Moura. La batalla se interrumpe por la intervención del Ángel.
3- Segundo enfrentamiento en la
Eira do Paio, con victoria musulmana. La procesión continúa con las imágenes de Santiago y la Virgen escoltadas por los moros.
4- Nuevo enfrentamiento en la
Eira das Nogueiras, con intervención del Ángel y victoria cristiana. Todos los moros, menos Alí, se convierten al cristianismo.
5- De regreso a la iglesia, el ángel derrota a Alí, el cual finalmente también se convierte y recibe el bautismo.

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[1] El caso más famoso es el del capitel de la fachada del Palacio Real de Estella (Navarra), en el que el moro está identificado por la inscripción FERAGUT, y el cristiano como ROLLAN (cf. Foto:
http://teatroengalicia.es/images/roldanestella.JPG), pero, sin inscripciones, los hay también en Italia (portada de San Zenón de Verona, 1138), Francia (vidriera de Chartres), y el resto de la España románica. En el norte de Portugal son muy abundantes en el románico las imágenes de sopladores de cuernos u olifantes, interpretados generalmente como representaciones de Roldán (capiteles de Amorim, Sé de Braga, San Pedro de Rates, Barró y Rio Mau). Además, en la catedral compostelana se conservó un olifante denominado Corno de Roldán, que hasta el siglo XVI se exhibía en el altar mayor de la basílica, y en algunas de sus esculturas se han querido ver escenas de la Chanson de Roland (fustes de columnas entorchadas del Museo catedralicio, procedentes de la portada Norte, y capitel con personaje tocando un olifante). Dichos capiteles con tocadores de cuernos son también abundantes en el románico del Camino de Santiago, y en Galicia destaca el caso del capitel del presbiterio de la iglesia de San Miguel de Moreira (Silleda-PO, con un caballero barbado que sopla un cuerno que sostiene con su mano izquierda, mientras que con la derecha empuña las riendas de su caballo. Las mismas imágenes podemos encontrarlas también en el gótico (capitel del claustro del convento de San Francisco de Santiago de Compostela), aunque no todo el mundo está de acuerdo en que se trate siempre de representaciones de Roldán, muchas podrían ser escenas de caza y en el caso de las columnas entorchadas compostelanas es probable que representen en realidad la historia de Tristán.

[2] Cf. CASADO LOBATO, Concepción, “La Danza de Carlomagno”, en:
Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, CSIC, Madrid, tomo XLVI (1991), pp. 309-348. Disponible: https://dra.revistas.csic.es/index.php/dra/article/view/783. La Histoire de Charlemagne de Jean Bagnyon (ca. 1465-70), basada en relatos medievales en latín, la tradujo al español Nicolás de Piamonte: Historia del emperador Carlomagno y de los doze pares de Francia, et de la cruda batalla que uvo Oliveros con Fierabrás, rey de Alexandría, hijo del grande almirante Balán (1ª ed. Sevilla, 1525, numerosas posteriores hasta 1765. Cf. https://www.arlima.net/mp/nicolas_de_piemonte.html), y en la Península tuvo varias secuelas como la Segunda parte da História do Imperador Carlos-Magno e dos doze pares de França, obra del portugués Moreira Carvalho (1º ed. Lisboa, 1737, reimpresiones en 1784, 1799 y 1863), y la Historia nova do Emperador Carlos Magno, e dos doze pares de França de José Alberto Rodrigues, impresa en Lisboa en 1742. Dichas Historias fueron muy populares en Galicia, y todavía a mediados del siglo XX era frecuente la existencia de un ejemplar de las mismas en las casas campesinas gallegas, según testimonia Bouza-Brey y, antes que él, el célebre Cura de Fruíme. D. Antonio Cernadas dice en 1762 que su sacristán tenía un libro de oraciones al cual "lo estima más que un montañés honrado la historia de los Doce Pares", y que en la Plaza de la Quintana de Santiago se vendían todavía a mediados del siglo XVIII pliegos de cordel con las historias de Roldán: "Divertime en mirar las niñerías / de las estamperías. / Veía a Don Roldán echar regüeldos / y a la infanta Teodora, / que, por cierto, es bellísima señora".

[3] Para González Reboredo, la abundancia de representaciones de Moros y Cristianos en el sur de Galicia, especialmente en la provincia de Ourense, podría deberse a la existencia en la zona de numerosos trabajadores de oficios ambulantes: afiladores, alabarderos, capadores…, que pudieron importar los textos como en Mouruás.

[4]
Es posible, aunque parece poco probable, la existencia de una relación entre las luchas de Moros y Cristianos y la mitología popular del noroeste peninsular que afirma la existencia de mouros y mouras que habitan bajo castros y mámoas, en muchos casos habiendo sido sus constructores y siempre considerados como guardianes de tesoros escondidos, frecuentemente protegidos por hechizos. La mayoría de los etnógrafos y antropólogos consideran que estos mouros míticos son fenómenos de alteridad que refuerzan la identidad de las sociedades campesinas tradicionales por oposición a los otros (los mouros), siendo por tanto una construcción cultural y simbólica generada por el pueblo para autoafirmarse y explicar un pasado testimoniado por los registros arqueológicos, de manera que el mito de los mouros funciona también como un discurso histórico (cf. QUINTÍA PEREIRA, Rafael, “Mouros e mouras : Na procura de nós mesmos”, en: Os mouros e as mouras, máxicos enigmáticos da mitología popular: Actas das V Xornadas de Literatura de Tradición Oral, AELG, Lugo, 2012, p. 19). No obstante, y a pesar del escaso impacto de la presencia musulmana en el área noroeste [*], algunos etnógrafos como el portugués Alexandre Parafita (A Mitologia dos Mouros: lenda, mitos, serpentes, tesouros, Edições Gailivro, Vilanova de Gaia, 2006), han pensado que los mouros de la mitología gallega, portuguesa y asturiana podrían ser los moros sarracenos que invadieron la Península a principios del siglo VIII.

[5] Agustín Portela Paz en 1953 la describe así: “
El sultán, hombre complaciente, atiende las indicaciones del enemigo y manifiesta sus deseos de convertirse, oponiéndose a esta claudicación el moro malo, que se adorna especialmente con pañuelos cruzados. Los personajes que intervienen llevan los nombres de Pares de Francia: Roldan, Carlomagno, etc...". Vicente Risco, con informes de los años 40, dice que el Rey de los moros "ven sendo o Almirante Balán" (p. 721), personaje de la Historia del emperador Carlomagno y de los doze pares de Francia que no se menciona en el texto de Mouruás pero sí en la leyenda popular recogida en la parroquia de Cambela y publicada por el propio Risco (cf. supra).

[6] Las guerras de África de finales del siglo XIX revitalizaron también el genero teatral de las comedias de Moros y Cristianos, habituales en el Siglo de Oro. A esa categoría pertenecen dos óperas patrióticas en castellano de Xan de la Coba impresas en Ourense hacia 1893-1894:
Moros pertinaces: ópera en un acto por Juan de la Coba Gómez, Imprenta de J. Ramos, Ourense [s.n., s.a.], y Guerra en Melilla : ópera en dos actos / por Juan de la Coba Gómez, Imprenta Gallega, Ourense, [s.n., s.a.]. De la Coba es autor también de la pieza teatral Guerra al moro (1861), un diálogo entre dos soldados españoles impacientes por entrar en combate contra los moros marroquíes. Reflejo de la misma influencia de las guerras africanas es la revista cómico-lírica Entre Moros y Cristianos, obra de Adolfo Lahorra estrenada en 1894 en Pontevedra con partitura de Isidro Puga Otero (1867-1935). Disponible: http://www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/gl/consulta/registro.cmd?id=5925.

[*] La historiografía tradicional sostenía que los musulmanes solo tuvieron una presencia efímera y esporádica en Galicia y en las restantes regiones del norte peninsular, pero en las últimas décadas se ha revisado esa afirmación (cf. GONZÁLEZ PAZ, Carlos Andrés, “Sarracenos, moros, mudéjares y moriscos en la Galicia medieval”, en:
Cuadernos de Estudios Gallegos, vol. 51, nº 117 (2004), pp. 281–312. Disponible: https://estudiosgallegos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/113).

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REFERENCIAS:

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DÍAZ FERNÁNDEZ, José María, “El diálogo Cristiano-Musulmán en el
Pseudo-Turpín”, en: El Pseudo-Turpin, lazo entre el culto jacobeo y el culto de Carlomagno. Actas del VI Congreso Internacional de Estudios Jacobeos, Xunta de Galicia-Consellería de Cultura, Santiago de Compostela, 2003, pp. 167-175. Disponible: https://www.caminodesantiago.gal/osdam/filestore/1/9/3/0/7_3af98e1330ae972/19307_bec1ce390c519cd.pdf.
GONZÁLEZ REBOREDO, Xosé Manuel, "Representaciones de moros y cristianos en Galicia: estado actual y algunas cuestiones sobre los textos", en: A. Miguel Nogués & F. Checa (eds.):
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En internet:
APOI (
Museo do Pobo Galego): Xosé Manuel González Reboredo (2010) (San Xoán de Río). A Batalla de Mouruás. Mouros e cristiáns. Informantes: [Lamelas, Ana], [Don Xesús], [Álvarez, Alicia], [Sabín, Domiciano], [Cid Borrajo, José Vicente], [Lamagrande, Félix César]: http://apoi.museodopobo.gal/542/