El día 25 de julio de 1332, el Rey de Castilla Alfonso XI fue investido caballero en la catedral compostelana por el mismísimo Apóstol Santiago
in effigie. Para la ceremonia se utilizó una imagen articulada del Apóstol situada sobre el Altar Mayor, quizá el Santiago del espaldarazo que hoy se conserva en el monasterio de Las Huelgas (Burgos) [1], a donde habría sido trasladado desde Santiago para armar caballeros en la ceremonia de coronación del monarca que tuvo lugar un par de semanas después, el 13 de agosto (la Crónica rimada dice que fue en junio, mes falaguero, pero parece claro que se trata de un error, o de una licencia poética).

La investidura la describe Fernán Sánchez de Valladolid en el cap. XCIC de la
Crónica del reinado [2] en los siguientes términos:

"... el Rey salió de Burgos, et fué por sus jornadas en romeria á visitar el cuerpo sancto del Apostol Sanctiago. Et ante que llegase á la ciubdat, fué de pie desde un logar que dicen la Monjoya: et entró asi de pie á la ciubdat, et en la Iglesia de Sanctiago, et veló y toda esa noche teniendo sus armas encima del altar. Et en amaneciendo, el Arzobispo Don Joan de Limia dixole una Misa, et bendixo las armas. Et el Rey armóse de todas sus armas, et de gambax et de loriga, et de quixotes, et de canilleras, et zapatos de fierro: et ciñóse su espada, tomando él por sí mesmo todas las armas del altar de Sanctiago, que ge las non dio otro ninguno: et la imagen de Sanctiago, que estaba encima del altar, llegose el Rey á ella, et fízole que le diese la pescozada en el carriello. Et desta guisa rescibió caballería este Rey Don Alfonso del Apostol Sanctiago. Et porque él rescibió caballeria desta guisa, estando armado, ordenó que todos los que oviesen á rescebir honra et caballeria de alli adelante, que la rescebiesen estando armados de todas sus armas. Et el Rey partió de la ciubdat de Sanctiago, et fué al Padron otrosi en romeria, porque en aquel logar aportó el cuerpo de Sanctiago".

Y hace también referencia a ella Ruy Yáñez en el Poema de Alfonso onceno (estr. 389-390):

"Por onrra e pres ganar / Ayuntó la su companna / Su espada fue tomar / En Santiago de Espanna. / En aquel día ganó / Este rey muy grant loor / Para Burgos se tornó / Aqueste noble sennor".

No puede calificarse como Teatro, con mayúsculas, a esta ceremonia de investidura caballeresca, pero sí se trató de una representación, un espectáculo público con claras intenciones políticas de legitimación de un monarca cuestionado. La ceremonia parateatral se concibió, en palabras de Rosa Rodríguez Porto, como "una epifanía regia en la que se entretejieron fábula caballeresca y culto jacobeo", resultando un acto que entremezcló la liturgia y la normativa caballeresca, para el que no pueden señalarse precedentes en el ámbito peninsular ni en el resto de Europa. El hecho de que el monarca tuviese que recurrir a una coronación solemne y a una investidura como caballero manu Apostoli es un indicio claro de la inestabilidad de su posición, en una época en la que los monarcas españoles no acostumbraban a recurrir a ceremonias formales para inaugurar su reinado. Los reyes castellano-leoneses no solían coronarse y la solemne ceremonia de coronación en Compostela de Alfonso VII en 1111 puede explicarse, como en este caso, por circunstancias políticas similares y necesidad de legitimación.

Por otra parte, la investidura de Alfonso fue tan solo un paso previo para la auto-coronación de Las Huelgas. Ambas ceremonias-espectáculo, con la fundación de la
Orden de la Banda, formaban parte de un programa político de revitalización del reino, de recuperación plena del poder real y de los ideales caballerescos tras una etapa turbulenta. Con su investidura se cumplía la prescripción de su bisabuelo Alfonso X el Sabio en las Partidas: “los emperadores nin los reyes non deben ser consagrados nin coronados fasta que caballeros fuesen” (Partidas II, título XXI, ley xi), y la circunstancia de haber recibido la "la pescozada en el carriello" de la imagen del Apóstol le permitía cumplir también las disposiciones de las Partidas en lo referente a las investiduras: “non ha poder ninguno de facer caballero sinon el que lo es”.

Santiago fue caballero en su leyenda y estaba capacitado para transmitir simbólicamente su condición: "
ca dignidat, nin orden nin regla non puede dar ninguno tomar para sí, si otro non gela da. Et por ende ha meester que en la caballeria haya dos personas, aquel que la da et aquel que la rescibe". Así investido previamente, en su coronación de Las Huelgas el Rey tomó su espada del altar una vez que se hubieron retirado los obispos que lo ungieron, aunque el arzobispo de Coimbra Raymond II Ebrard, autor de un Ordo para la coronación de Alfonso IX que no llegó a aplicarse, hubiera preferido otra cosa: “La espada del Rey deue seer nuda sin uayna sobre el altar de Santiago. Et deuela tomar el que dixiere la missa et dar la al Rey en las manos iuntas. O se mas ploguiere al Rey, tomela el del altar” [3].

El ceremonial diseñado por Raymond II Ebrard solo se siguió parcialmente en la coronación de Las Huelgas, pero de acuerdo con lo previsto en el denominado
Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla, que tampoco llegó a terminarse, la coronación de Alfonso XI debería de haber tenido lugar en la Catedral de Santiago:

"
Quando el Rey entrare en Santiago con toda su caualleria, los arçobispos et los obispos, que deuen seer quatro a lo menos, deuen sallir reuestidos con toda la cleriçia muy noblemente, et con gran procession a la puerta de la çiudade con las cruçes et con reliquias. Et deuen reçebir al Rey con la mayor honrra que podieren. Et esto haran en el dia que el Rey ouiere de seer sagrado (...) Et de los filios dalgo de los meiores de su corte deuen descabalgar et tomar las riendas del cauallo en que el Rey caualgar, et lieuenlo por ellas honrradamientre. Et el su thesorero deue lançar dineros por las ruas ante el Rey. Et el su merino mayor deue trayer la espada alçada ante el. Et assi deuen yr fasta las primeras gradas de la yglesia de Sanctiago".

En el
Libro se describe minuciosamente y se ilustra con miniaturas el ritual previsto y los estrados que habrían de levantarse en la Catedral compostelana, pero al final la ceremonia se hizo en Burgos lo que privó al público gallego de disfrutar de los torneos, justas y bofordos, de la música, parte de la cual aparece escrita en el ceremonial, y de las carrozas en forma de naves, las bailarinas y los juglares que deleitaron a los burgaleses, de todo lo cual conservamos una vibrante descripción de Ruy Yáñez en el Poema de Alfonso XI o Crónica rimada [4]. Probablemente Raymond y el arzobispo de Santiago, Berenguel de Landoire, querían un escenario simbólico como la catedral de Santiago de Compostela, en la que habían sido proclamados reyes o se habían enterrado grandes monarcas leoneses, para confirmar al joven Alfonso y reivindicar la importancia de las antiguas sedes del noroeste peninsular, desplazadas por el avance de la Reconquista.

Sin embargo, finalmente la coronación fue en Burgos y Alfonso solo estuvo dos o tres días en Galicia. En este cambio de planes quizá tuvo algo que ver la muerte de Berenguel de Landoire en 1331. El caso es que finalmente se optó por dividir el ceremonial en dos partes: la investidura como caballero en la catedral de Santiago y la coronación en Las Huelgas, monasterio de fundación real y lugar de enterramiento de la familia de Alfonso.

No consta que con posterioridad se repitiesen ceremonias de investidura similares, pero hay algunos indicios de que el Santiago de las Huelgas se utilizó también en 1379 para armar caballeros durante la coronación de Juan I [5], y en Galicia tenemos el caso del Santiago que en la actualidad se encuentra en el parteluz del Pórtico del Paraíso de la Catedral de Ourense (ca. 1230-48), que sostiene en la mano derecha una espada de hierro que se puede mover arriba y abajo, lo que ha llevado a algunos autores a suponer que fuera utilizado también para investir caballeros. Sin embargo, se trata de un caso problemático, colocado en su emplazamiento actual en 1857, y consta en la documentación ourensana un pago de 112 reales en 1782 a un herrero por hacer la espada, que podría ser tan solo un atributo de su martirio (M. A. González García), aunque quedaría por explicar el porqué de su movilidad.

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[1]
Así lo suponen P. Linehan, Rosa Rodríguez Porto y Mª José Martínez, entre otros autores (Carrero Santamaría, lo niega), aunque ni en la Crónica de Fernán Sánchez, ni en la Crónica rimada, ni en el Libro de la Coronación hay referencias a la misma. La imagen de madera de Las Huelgas, restaurada a principios de siglo, pudo haber sido originalmente, según su restaurador Francisco Torrón Durán, una imagen femenina, una Virgen, travestida para la ocasión añadiéndole barba y bigote, que no son de madera sino modelados en pasta de yeso, cola y estopa (véase: http://www.academiagallegabellasartes.org/gestor/archivos/04(073-074)FranciscoTorron.pdf). No está la cosa muy clara, porque viste un pellote masculino de cuero, pero es cierto que su rostro sin barba es femenino (véase mi fotomontaje: https://juliomontanes.synology.me/datateatro/anexos/santiagoalfonsoXI2.jpg) y que también lo son su cuello, sus proporciones corporales y una de sus manos. En cualquier caso no se trata de una falsificación posterior, ya que los rasgos estilísticos de la pieza y su vestimenta apuntan inequívocamente a la década de 1330. Puede que la premura obligase a reutilizar una imagen existente, añadiéndole las articulaciones, cambiando su sexo y transformando un sayal en pellote, pero no se trató simplemente de una modificación de circunstancias para convertirla en un maniquí desechable, ya que se conservó cuidadosamente hasta nuestros días.

[2]
Crónica de Alfonso Onceno (manuscrito en BnE, Ms. 829), obra atribuida tradicionalmente a Fernán (o Ferrán) Sánchez Tovar de Valladolid, aunque la autoría ha sido cuestionada (véase: http://www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/el-presunto-cronista-fernan-sanchez-de-valladolid--0/). El texto de la crónica en CERDÁ y RICO, Francisco (Ed.), Crónica de D. Alfonso Onceno, Imprenta de Don Antonio de Sancha, Madrid, 1787, p. 186. Disponible: https://books.google.es/books?hl=es&id=AiEQAAAAYAAJ

[3] Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla y Aragón, biblioteca de El Escorial, Cod. &.III.3, contiene los libros de coronación de Alfonso XI de Castilla y de Pedro III o IV de Aragón.

[4]
Poema de Alfonso onceno, estr. 390-414. Ed. Poetas castellanos anteriores al siglo XV, colección hecha por Tomás Antonio Sánchez, continuada por Pedro José Pidal y aumentada e ilustrada por Florencio Janer (Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días vol. 58), M. Rivadeneyra, Madrid, 1864, p. 489. Disponible: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poema-de-alfonso-onceno-rey-de-castilla-y-de-leon--0/html/01974246-82b2-11df-acc7-002185ce6064_14.htm. Sobre este asunto véase Carrero Santamaría, para el cual el Libro de la Coronación es la adaptación del denominado Ordo de Constantinopla, del cual se conserva un ejemplar en el Archivo Capitular de Toledo, probablemente realizado en época de Alfonso X cuando quiso aspirar a la corona imperial por vía materna, y utilizado ante la falta de modelos peninsulares.

[5] La
Crónica de Juan I (ed. BAE, vol. 68, col. 65. Disponible: https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=8333), dice que el Rey se coronó en Las Huelgas el día de Santiago y: "Otrosí aquel día que él se coronó, armó cien caballeros de su Regno", lo que ha llevado a suponer la utilización de la imagen articulada de Santiago en las ceremonias.

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REFERENCIAS:

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Por las Huelgas los juglares, Alfonso XI de Compostela a Burgos, siguiendo el Libro de la coronación de los reyes de Castilla", en: Medievalia, Universitat Autònoma de Barcelona, nº 15 (2012), pp. 143-157. Disponible: https://ddd.uab.cat/record/106145
CARRERO SANTAMARIA, Eduardo, "Architecture and Liturgical Space in the Cathedral of Santiago de Compostela. The Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla", en: Hispanic Research Journal : Iberian and Latin American Studies, vol. 13, nº 5 (2012), pp. 468-488.
LINEHAN, Peter A., “Ideología y liturgia en el reinado de Alfonso XI de Castilla”, en: Pérez Martín, A. (ed.),
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