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Titeres de
guante en una decoración marginal de un códice anglonormandp del siglo
XIV que
contiene el Libro de Aleixandre Oxford
Bodleian
Library MS. 264, fol. 54v, Jehan de Grise y taller 1338-1344.
Imagen gótica de Santiago con espada móvil en la Catedral de Ourense.
Procede del pilar del crucero junto al púlpito de la Epístola; se
instaló en el parteluz del Pórtico del Paraíso en 1857. Consta en la
documentación ourensana un pago de 112 reales en 1782 a un herrero por
hacer la espada, que podría ser tan solo un atributo de su martirio
(González García), aunque quedaría por explicar el porqué de su
movilidad.
Santiago de las Huelgas, probablemente utilizado en la investidura como
caballero de Alfonso XI en Compostela (1332). Sus articulaciones en los
brazos,
accionadas mediante cordeles, le permitían dar el espaldaraço y la
pescoçada a los aspirantes a la caballería.
El Carro de Heno, El
Bosco (Museo
del Prado, ca. 1512-15, detalle).
Cantos de ciego recogidos
por I. Brocos. Partitura en El Almanaque Gallego para 1912, M.
Castro López, Buenos Aires, 1911, p. 42. |
Títeres - Teatro de
Guiñol
Los títeres son un
fenómeno teatral documentado en prácticamente todas las culturas del
planeta. En Galicia generalmente se denominan monifates, pero
también se utiliza para referirse a ellos la voz marioneta, derivada del
francés marionnette que alude probablemente a las Marías, sean estas genéricamente figuras femeninas o las tres Marías de los
Evangelios como suponen algunos autores. Teatro de marionetas
pueden considerarse las representaciones con imágenes móviles de culto, como
los abundantísimos
Desenclavos,
extendidos por toda la geografía gallega desde mediados del siglo XIV, y
las escenificaciones del Encuentro con
imágenes articuladas durante la Semana Santa (Viveiro, Ribeira, Cangas, Ferrol...).
Títeres son también, al fin y al cabo, las Cocas y los
gigantones procesionales del Corpus, abundantemente
documentados en Galicia, en ocasiones con mecanismos que les permitían
abrir y cerrar la boca y mover los ojos como en la Coca de Redondela o
los Papamoscas de Caldas y Carril.
Podría considerarse
también como una imagen de guiñol el Santiago que en la actualidad se
encuentra en el parteluz del Pórtico del Paraíso de la Catedral de Ourense (ca. 1230-48)
llevando en la mano derecha una espada de hierro que se
puede mover arriba y abajo, lo que ha llevado a algunos autores a
suponer que fuera utilizado para armar caballeros como sabemos que se
hacía en la Edad Media con imágenes articuladas similares como el
Santiago del espaldarazo que hoy se encuentra en el monasterio de Las Huelgas (Burgos),
el cual según algunos autores podría haber sido el utilizado en 1332 para la
investidura caballeresca de Alfonso XI en Compostela
, descrita
por Fernán Sánchez de Valladolid en la Crónica de su reinado en los siguientes términos:
"Et en amaneciendo, el Arzobispo Don Joan de Limia dixole una
Misa, et bendixo las armas. Et el Rey armóse de todas sus armas, et
de gambax et de loriga, et de quixotes, et de canilleras, et zapatos
de fierro: et ciñóse su espada, tomando él por sí mesmo todas las
armas del altar de Sanctiago, que ge las non dio otro ninguno: et la
imagen de Sanctiago, que estaba encima del altar, llegose el Rey á
ella, et fízole que le diese la pescozada en el carriello. Et desta
guisa rescibió caballería este Rey Don Alfonso del Apostol Sanctiago".
Es probable que fuese también teatro de títeres, del tipo de
los denominados de máquina real, la invención en forma de
torneo que hizo la compañía de Pedro de Loaisa y Juan de Vargas en las
fiestas del Apóstol de 1615. Así parece indicarlo el tono del documento
y el pago por unas apariencias para la dicha invencion
.
No tengo muchas
más
noticias concretas de la existencia en Galicia de espectáculos de
títeres anteriores a 1750, pero sin duda las hubo. En Santiago la plaza
de la Quintana era el escenario habitual durante los siglos XVII-XVIII de este tipo de representaciones,
ya que así lo afirma Dª Juana Bernarda de Moscoso y Llorente, abadesa del monasterio de San Paio de
Antealtares en 1775:
"....lugar franco a
todo género de personas y animales, expuesto a toda clase de
inmundicias, profanado día y noche con la negociación de compras y
ventas, y algunas veces con quimeras, cuchilladas, efusión de
sangre, actos indecentes, teatro de volatines y títeres, ejercicios
militares y paseo casi continuo de ociosos...".
También sabemos que
los hubo en Tui en febrero de 1701, en las fiestas que se hicieron para
celebrar la llegada a España de Felipe V. En el Libro de acuerdos
municipal de 1701 consta (fol. 21v) la intención contratar a
volatineros y titiriteros para los festejos: "de allarse bolatines y
titiriteros en esta ciudad que tambien ejecuten los giros en ellos",
y debieron de actuar ya que en el acta municipal de 15/02/1701, día de
la procesión general, se ordena: "se paguen a los chirimias,
trompetas, tambores, bolatines y titiriteros, y se den las
libranzas" (fol. 22v).
Los datos más concretos que
conozco son los de la representación por el peregrino italiano Giacomo Antonio
Naia en 1718 del Canto della Madre badessa e Prosa dei conversi,
obra cómica con música y marionetas que puso en escena en el Pazo de Santa
Cruz da Granxa (Padrón), en el monasterio cisterciense de Oseira y en el
convento de los franciscanos de Ourense
.
La representación de Naia
era un relato cómico de la vida relajada en los conventos femeninos, que Giacomo ponía en escena con títeres y el acompañamiento musical de una
guitarra y de un instrumento "secreto" con el cual imitaba voces y
sonidos. Hacía tres voces diferentes de monjas y cuando se refiere en su
diario a la representación que hizo en Tudela dice: "...los alegré
siempre con la guitarra, la marioneta, y los sonidos que hacía con la
boca: dejé creer a todos, de buena fe, que yo hacía aquellas pantomimas
de manera natural. Así ellos se partían de risa y se tiraban por el
suelo...". Parece claro que Naia utilizaba una pivetta
(=lengüeta en castellano / palleta en gallego), instrumento intrabucal para
modificar la voz que era habitual en los espectáculos de los
titiriteros.
Según su diario de viaje, la representación tenía siempre gran éxito,
arrancaba las carcajadas del público, y en varios lugares le pidieron
copia de sus versos, por ejemplo en el monasterio de Oseira (San
Cristovo de Cea, Ourense). Durante su estancia en Galicia, Naia hizo su
representación por primera vez en el Pazo de Santa Cruz da Granxa
(Herbón-Padrón), en el que estuvo cuatro días invitado por su
"comisario" D. Francisco: "muy caritativo con todo el mundo y más con
los religiosos. Este señor no quería de ninguna manera que yo me
marchase, así que me quedé durante cuatro días seguidos... Lo pasamos
muy bien, en alegría, con la guitarrita y la marioneta". En Santa
Cruz participaron en la representación músicos del país (un flautista,
una panderetera y otra mujer que tocaba las castañuelas): "...Además
había un hombre que tocaba bien la flauta, una mujer la pandereta y otra
las castañuelas ... Total, que lo pasamos muy bien con la Misa de la
madre Abadesa, (...) y todo el mundo se moría de risa cuando yo
representaba a la madre Abadesa...".
El texto de las
representaciones de Giacomo Antonio
Naia no se ha conservado, salvo un breve fragmento de una de sus
baladas; un estribillo que el autor cita en su relato de la
representación que hizo en el convento carmelita italiano de Bassignano:
"O galant 'huomini, quanti voi siete, teni la regola quando bevete,
teni la regoala che tiene i svizzeri, alzare i gomiti sonari i pifferi"
[=O caballeros cuantos vos sois, mantened una regla cuando bebáis,
mantened la regla que tienen los suizos, empinar los codos y tocar los
pífanos"].
Sabemos, en otros
lugares de Europa, de la utilización de marionetas por parte de los
juglares, y se han querido ver autómatas e imágenes articuladas de la
Virgen en las miniaturas de las Cantigas de Santa María de
Alfonso X el Sabio. En Galicia, algunos capiteles medievales, como los del arco
del presbiterio
de Santa María de
Nogueira (ca. 1220, Chantada-LU, véase Foto), han sido interpretados como una "escena
de títeres" (Ramón y Fernández Oxéa, 1944). Quizá Fernández Oxéa tenga razón,
aunque parece más bien una escena juglaresca, con un levantador de pesas
y otro personaje que sostiene máscaras en sus manos, quizá como alusión
a su condición de histrión. Sin embargo, lo que sí es cierto es que la
escena de Nogueira no es de repertorio, ya que no aparece en otras
iglesias gallegas, por lo que podría responder a una vivencia personal
del escultor.
Existen también numerosos testimonios
(Martínez Salazar, Isidoro Brocos, Casto Sampedro,
Valle-Inclán) de
la utilización de marionetas o monifates en las
representaciones que
hacían los ciegos, en fiestas y romerías, recitando coplas y
romances con acompañamiento musical. Los muñecos eran juguetes movidos
por el ciego o su lazarillo mediante cuerdas, o bien contaban con
mecanismos de resorte que los movían automáticamente para que pareciese que bailaban al son de la música. Tales representaciones están
documentadas en otros lugares de España, por ejemplo en Asturias, en la
zona zamorano-leonesa, en Andalucía y en Murcia, pero, como en el caso gallego, los testimonios más antiguos se refieren al siglo XIX
y no hay datos claros de épocas anteriores [1], aunque sí es evidente su
popularidad y la pervivencia de los cegos dos monifates hasta
principios del siglo XX en fiestas y ferias [2]. Según afirma Sampedro
y Folgar en su
Cancionero musical de Galicia, el ciego y/o su
lazarillo fingían sus voces con palletas y los hacían dialogar:
"El ciego inclina el
cuello de la capa larga, roja y remendada; el lazarillo se levanta y
regresa a la parte posterior de las dos bandas, sujetando las
puntas, y, dentro y escondido por ellas, hace la proyección,
levantarse, descender, esconderse, moverse hacia adelante,
retroceder, sacudirse, desmoronarse ... fuera de la capa y el ver
dos monifactos o títeres vestidos con colores charros y que
representan las figuras del romance al que el ciego se refiere y
acompaña el sonido de un violín o zanfona.
Cuando finge que los monos se ríen, lloran, preguntan, responden,
etc., ciegos y lazarillo, proporcionados con una lengua de caña,
un pergamino, laurel o algo similar, producen una falsa voz de
hombre o mujer, según el caso lo requiera".
Similar
descripción hace en 1909 Bartolomé Calderón, periodista de La Voz de
Galicia, en un artículo sobre la escultura El ciego de la zanfoña
que Isidoro Brocos había presentado en dicho año (cf. Fotos):
"...A los ecos de la zanfona acude la gente. El ciego así rodeado,
comienza el relato jocundo de dos príncipes o de dos abades tentados
en mal hora; y el mozo, oculto debajo de la capa, encargado de la
tramoya, acompaña la acción con la palabra moviendo los macacos
haciendo que se maltraten, chillando o gesticulando por ellos.
Esa es
la figura
que acaba de modelar Brocos y que es todo un feliz acierto en la
expresión del viejo, picaresca y sórdida. La indumentaria es la
misma verdad, desde el ancho sombrero de fieltro á los calzones
remendados..."
(cf.
La Voz de Galicia, año XXVIII, nº 8959 (14/07/1909), p. 1).
Aunque
al parecer Brocos basó su escultura en recuerdos de su infancia,
fotografías y testimonios orales, el
texto de Calderón y una fotografía publicada en 1910 en El Almanaque
Gallego para 1911 parecen indicar que a principios del siglo XX
todavía existían ciegos zanfonistas en Galicia, si bien debían de estar en
trance de desaparecer ya que el autor añade que: "La zanfona es una
reconstitución arqueológica, por decirlo así, del típico instrumento
galiciano, que cada vez difunde menos sus ecos en nuestros valles".
El
propio Brocos, que en su vejez se dedicó más a la música que a la
escultura, recogió en sus apuntes algunos textos y melodías de los
cantares de ciegos gallegos de finales del siglo XIX y principios del XX,
y algunas partituras las conservamos porque se imprimieron en los
Almanaques Gallegos que Manuel Castro publicaba en Buenos Aires en
las primeras décadas del siglo XX (cf. Foto). Las coplas y músicas que
transcribe Brocos se las proporcionaron gentes de la zona de Sarria y
Arzúa, y son las que los ciegos utilizaban como introducción a sus
perfomances, de modo que en ellas se resumen las características de
sus actuaciones:
Aquí estou pobre e cego,
traigo lindos monifates
cantan e bailan sin decir disparates
si non verdades á todo gallego.
Atención nenas e mozos,
ojo avizor por tras de mi trasero,
vereis salir niña y niño hermosos
que rompe el capote bailando y cantando
con salero.
Cantade nenas gentiles
tocando as ferreñas e pandeiro,
que ós dulces ecos estrumentiles
xa venen os mozos de todo o rueiro.
Tocando a miña zanfona
m' acompaña o violín
as nenas desta zona
miran todas para min.
Brocos, en sus apuntes y en
cartas a Martínez Salazar, describe las actuaciones de los ciegos
monifateros en los
siguientes términos:
"El
lazarillo llevaba una alforja de estopa con una abertura para la
cabeza cayendo una por delante y otra parte a la espalda sin duda
donde guardaba los muñecos y las historietas y algunos mendrugos si
es que se los daban, algunos conducían los ciegos por medio de un
palo casi como de metro y medio de largo y como de unos tres
centímetros de diámetro por cuyos extremos cogían uno y otro (...).
Terminado el acto salía el muchacho de debajo de la capa abrochando
ésta en el broche del cuello y con un movimiento de rotación la
zanfoña la corrían hacia la espalda (...), quedando por tanto el
instrumento al abrigo del agua y del polvo y ser su transporte
(...). Las denominaciones que tenían los tales ciegos: 'Ciegos de
la zanfona', pero más se les conocía por los 'Ciegos de los
monifates'. Las escenas que representaban eran: entre padre e
hijo, marido y mujer, y según se desprende de los versos (...), algo
de personajes mitológicos. Yo recuerdo haberlos visto en Santiago y
el ciego les daba los nombres históricos de Don Jaime y Doña Urraca,
dialogaban con él los muñecos, terminaban la escena por palos a la
mujer y alguna vez le daban con la mano para arriba en el ala del
sombrero del ciego, haciéndolo como una gracia. El señor que me ha
facilitado los versos me dijo que en las ferias de Monterroso,
Taboada, Chantada, La Golada y Palas de Rey, a que asistía con
frecuencia cuando niño, no recuerda que terminasen las escenas por
palos, pero sí que alguna escena terminaba la mujer por decir con
ademán adecuado al otro muñeco (hombre) 'bícame no cú'."
(Cf. PEREIRA BUENO,
Fernando & SOUSA JIMÉNEZ, José, "O cego dos monifates de Isidoro
Brocos”, en: Anuario Brigantino, nº 14 (1991), pp. 289-300 (pp.
294-295).
__________________
[1] Sí los hay, al menos
iconográficos, en otros lugares de Europa desde el siglo XVI (véase el
ciego con monifate y lazarillo de la parte inferior izquierda de
la tabla central del tríptico titulado El Carro de Heno del
pintor flamenco Iheronimus Bosch El Bosco (Museo
del Prado, ca. 1512-15), y la máscara con títeres del
carnaval de Nuremberg (cf. Fotos).
[2] La popularidad de los
espectáculos de títeres en Galicia, especialmente de los de guante y cachiporra,
se mantuvo hasta la década de 1960 en los espectáculos en gallego del célebre
Barriga Verde (José Silvent) y de sus
descendientes e imitadores,
en los cuales se incluían piezas como O Barbeiro o A morte do
Demo, y escenas como O Enterro, A tourada o la de los
jesuitas expatriados que naufragan y son devorados por los tiburones, documentadas en el repertorio de los ciegos monifateiros
y en el teatro de títeres portugués del siglo XIX. |
Capiteles de Sta. Mª de Nogueira
Guiñol en la aldea
Luis
Menéndez Pidal, Asturias, 1913. Colección Masaveu (Madrid)
Isidoro
Brocos El ciego de la zanfoña con sus marionetas, A Coruña 1909.
Museo
de Bellas Artes de A Coruña
Isidoro
Brocos, apunte para El ciego de la zanfoña
Máscara del carnaval de
Nuremberg accionando los títeres (ca. 1500, Schembart-Buch, Univ.
de Kiel)
José Ribelles y Helip.
Títeres ambulantes (ca. 1835) |