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Torneos y Pasos de armas
Los ejercicios y
juegos militares son probablemente tan antiguos como la guerra misma.
Sabemos de su existencia en Esparta y también en Roma, tanto en su
vertiente de juego ecuestre en equipo como en la de enfrentamiento
individual a caballo, estos últimos consagrados a Marte y a muerte según
el testimonio de S. Isidoro.
En la Alta Edad
Media hay pruebas de la pervivencia de este tipo de ejercicios militares,
y en la época carolingia hay noticias de ellos, sin embargo la aparición de los torneos como algo distinto de los
juegos marciales y los combates de gladiadores de la antigüedad no
parece haberse producido hasta mediados del siglo XI en la Francia del
norte, en conexión con una innovación en la táctica militar (el ataque
combinado de un equipo de caballeros lanzas en ristre) para la cual los
torneos son un excelente entrenamiento. Pudo influir también en su
aparición y en su rápido éxito el ambiente militar de la Europa de las
dos primeras Cruzadas, viviéndose un primer momento de esplendor de los
mismos en Picardía y los Países Bajos durante las décadas de 1170-80.
Sin embargo, el período clave en su formación parece haber sido, en la
mayoría de los países, el siglo XIII.
Las primeras pruebas
documentales, breves referencias, aparecen en el siglo XI (Crónica de Malaterra, Crónica de San Martin de Tours
Reglamento de Geofrey de Preuilly). Sólo
se conservan dos relaciones extensas de torneos anteriores a 1400 -ambas
descripciones de heraldos en verso-, y hay que esperar al siglo XV para
encontrar descripciones abundantes y extensas de torneos y Pas
d’armes, tratados sobre los torneos, libros ilustrados o con
grabados y reglamentación sobre las diferentes modalidades de torneos y
justas.
Tradicionalmente
considerados como un deporte hípico o como juegos marciales, los torneos
han atraído también la atención de los historiadores de la literatura
que, en muchos casos, no han dudado en considerarlos espectáculos
teatrales atendiendo a su escenografía, a su componente literario
inspirado en las novelas del ciclo artúrico, y a su carácter
espectacular. Y es que en realidad los torneos son una suerte de dramas
heroicos mimados –y en ocasiones, como veremos, dialogados–, en los que
la única diferencia con el drama literario es que el final del mismo, en
ocasiones tan dramático como la muerte de los actores, está abierto y no
puede conocerse de antemano. Sin embargo, la existencia de una escena en
la que tiene lugar el acontecimiento, la presencia de público, informado
por el discurso del heraldo-presentador del significado del drama, los
decorados, el vestuario simbólico y la aparición en ocasiones del
diálogo, los acercan mucho a lo que comúnmente entendemos por teatro.
No parece excesivo
afirmar que los torneos medievales empezaron siendo ejercicios militares
y deportivos pero acabaron poco a poco convertidos en espectáculos
teatrales. La presencia del público desde mediados del siglo XII, sobre
todo la de las mujeres, modificó sin duda la evolución de las justas que
perdieron progresivamente su carácter guerrero y violento y se refinaron
y estilizaron montándose en ocasiones una especie de dramas con partes
dialogadas entre las damas y los caballeros. Este componente
espectacular fue ganando terreno a los aspectos deportivo y militar y
así, a finales del siglo XVI, totalmente olvidados estos últimos, los
torneos acabaron transformándose en un simple carrousel, un
ballet ecuestre con acompañamiento musical.
Drama, deporte y
erotismo se entremezclan en estas fiestas en las que los ideales
caballerescos se expresan plástica y literariamente en una atmósfera de
pasión y exaltación de los sentidos que, no podía ser de otro modo,
despertó rápidamente los recelos de la Iglesia y de los moralistas. La
primera condena oficial de los torneos es la de Inocencio II en el canon
IX del II Concilio de Clermont (1130), que rechaza esas detestables
ferias en las cuales mueren los hombres y peligran las almas,
y niega el viático y la sepultura en sagrado a los muertos en los
combates. En términos similares se condenan las justas en el II Concilio
Laterano (1139), en el Concilio de Reims (1148) y en el III Concilio
Laterano (1179). En España, el eco de las condenas conciliares resuena
en las Partidas (1256-65) las cuales, a pesar de reconocer su
utilidad como preparación de la guerra y entretenimiento para los
tiempos de paz, los condenan en una de sus leyes:
Torneamientos es una manera de uso de armas que facen los
caballeros et los otros homes en algunos lugares, et acaesce a las
veces que mueren hi algunos dellos: et porque entendió santa eglesia
que nacíen ende muchos peligros et muchos daños, también a los
cuerpos como a las almas, defendió que non se ficiesen: et para esto
vedar más firmemente puso por pena a los que hi muriesen entrando en
el torneamiento que los non soterrasen en cementerio con los otros
fieles cristianos...
En la Península, fiestas y torneos seguían un patrón muy similar al del
resto de Europa, y aunque la tradición de las justas no se encontraba,
probablemente, tan desarrollada como en Inglaterra o Francia no cabe
dudar de su popularidad. Sin embargo, como sucede con otros géneros
dramáticos y espectaculares, parecen haber vivido un mayor desarrollo en
las zonas de influencia francesa (Navarra, Aragón y Cataluña).
En Castilla, si
exceptuamos la condena de las Partidas que puede ser un tópico sin base
real, la primera descripción de un torneo es la de los bojordos de Alfonso XI en
Sevilla en 1324. Estos bojordos (o bohordos / bofordios,
cf. infra) aparecen mencionados ya en el Cantar de los
infantes de Lara (¿ca. 1000?), y se refiere también a ellos el Cantar de Mio Cid (vv.
1599-62), levantados por el Campeador en Valencia en 1094 para festejar
la llegada de su mujer y sus hijas. Los bojordos aparecen minuciosamente
reglamentados en Teruel e ilustrados en el siglo XIII en el Vidal
Mayor aragonés (cf. Foto). La existencia de torneos
reglamentados en fechas tempranas puede deducirse también de la precisa
ordenación de las justas que se incluye en los estatutos de la Orden
de la Banda, fundada por Alfonso XI en Vitoria en 1330, una de las
órdenes de caballería seglares más antiguas de Europa, anterior en más
de una década a la Orden de la Jarretera inglesa. Menciones
ligeramente posteriores son las de 1332 (torneos burgaleses organizados
por Alfonso XI tras ser armado caballero en Compostela) y las de la
Pascua de 1334 en Valladolid en las que los integrantes de la Orden de
la Banda –el rey de incógnito incluido– lucharon contra un equipo de
caballeros de diversos lugares del continente.
Encuadrados en
escenarios cada vez más complicados y con programas dramáticos cada vez
más extensos, los torneos, por su espectacularidad, se convierten desde
mediados del siglo XIV en todas las cortes europeas en una parte
imprescindible del ceremonial real de las
Entradas, pronto extendido a una
notable variedad de ocasiones: el nacimiento de un príncipe,
coronaciones y bodas reales, llegada de visitantes importantes,
encuentros diplomáticos y celebraciones dinásticas van acompañadas por
toda Europa de justas, torneos y asaltos a fortalezas de ficción,
fiestas en las que se invertían importantes cantidades en escenarios,
decorados y sofisticadas tramoyas, siendo su vertiente militar y
deportiva cada vez menos importante, y mayor su componente dramático y
de rito social. En un período terminal como el de la última Edad Media
en el que, como señaló Huizinga, la vida cultural de los altos
círculos sociales se había convertido casi íntegramente en un juego de
sociedad, no puede extrañar que los torneos acabaran transformándose en
un género de espectáculo, y que incluso se llegara a desarrollar un
género literario menor, el de las descripciones de torneos, con sus
tópicos y su vocabulario técnico, casi al nivel de las secciones
deportivas en los diarios modernos. La caballería, que desde el siglo XIII había ido perdiendo poder y posición social y económica dentro de
la casta dominante de los bellatores, se refugia en un mundo de
rituales, etiqueta y formulismos, un falso renacimiento caballeresco que
intenta en vano perpetuar una concepción de la vida que ya ha perdido su
razón de ser. Con su lujo desmesurado y su exaltación del valor guerrero
individual, cada vez menos útil en las nuevas formas de guerra, la clase
caballeresca entona su canto de cisne antes de morir.
Galicia
En Galicia, los torneos debieron de ser tan populares como en el resto de
Europa y tenemos noticias de su celebración en numerosas ciudades y
villas, con referencias desde el siglo XII. La primera noticia que
conozco es la del bofordio que se hizo en Tui hacia 1140-41 para
celebrar la paz entre el rey portugués Alfonso Enriquez y Alfonso VII de
León. Estos bofordios eran un tipo de deporte hípico, conectado con las fiestas
de toros, que consistía en arrojar lanzas (los bofordos,
o bojordos) contra una diana de madera en forma de castillo, espectáculo que en la traducción
gallega de la Crónica General (siglo XIV) se denomina jogo da
tavolada.
Del siglo XIII, época
de consolidación de los torneos como espectáculos en Europa, no conozco
muchas noticias en Galicia, aunque es probable que Airas Núñes en su
trova 464 del Cancionero de la Vaticana se refiera a torneos en
Melide:
E
des que eu nascí nunca entrara en lide, pero que ja fora cabo
Valedolide escoitar doas das muitas que fezeron en Melide.
Ya en el siglo XIV,
tenemos noticias de un torneo celebrado en Betanzos en 1386/87 entre los
caballeros Renaud de Roye y Jean Holland, en presencia del duque de
Lancaster, Jean de Gand, y de su mujer, probablemente aliados entonces
con los Andrade. Las noticias sobre esta justa proceden de las
Chroniques de Jean Froissart, el cual no estuvo en Galicia pero
contó con relatos de primera mano ya que se entrevistó con muchos de los
protagonistas, de modo que podemos dar cierto crédito a sus noticias. No
sucede así con las miniaturas de los códices ilustrados de las
Chroniques que incluyen las escenas de las justas de Betanzos
(véanse Fotos), ya que estos códices fueron realizados en Brujas un
siglo después de la redacción de la obra de Froissart.
En la primera mitad
del siglo XV tenemos a Gutierre Díaz de Gámez, probablemente gallego y
pontevedrés, como autor de un libro de caballerías que relata las
hazañas de su señor Don Pero Niño, vencedor de numerosos torneos por
toda Europa (El Victorial. Crónica de Don Pero Niño, Conde de Buelna,
ca. 1431-49). Gutierre no indica que Pero Niño participase en torneos en
Galicia, pero sí dice que lo hizo en la guerra en un combate singular
ante las murallas de Pontevedra (1397), en cuyo adarve estaban como
espectadoras todas las damas de la población (cap. X):
Volvióse alli una recia escaramuza, é muy peligrosa, é muy buen
lugar para los que quisiesen facer en armas por amor de sus amigas:
ca todas las Dueñas é Doncellas de Pontevedra eran á mirar por el
adarve de la villa. E llegó alli Pero Niño encima de un caballo, é
las armas que traia eran una cota, é un bacinete con camal, segund
que estonce se usaba, é unas canilleras, é un adarga muy grande (…)
Era alli de parte de la villa un peon muy famoso que llamaban Gomez
Domao: era ome muy recio: este afincaba muy fuertemente á Pero Niño,
é le avia dado muy fuertes golpes (…) E Pero Niño dió al Gomez tal
golpe por encima del escudo, que le fendió bien un palmo, é la
cabeza fasta los ojos: é alli quedó Gomez Domao.
También sabemos, de creer lo que Vasco de Aponte dice en su Recuento de
las casas antiguas del Reino de Galicia, que el noble gallego Gómez
Pérez das Mariñas era a mediados del siglo XV el mejor justador de
España:
...hombre muy dispuesto, hermoso de corpo e gesto, gentilhombre muy
solto, el mayor justador que en su tiempo hubo en Castilla. Y
probose quando venció en la justa a un muy gran alemán que ya
corriera toda España, y ninguno osó con él justar, salvo Gómez Pérez
que le vençió.
Y sabemos así mismo
que el poeta gallego Juan Rodríguez del Padrón participó en un torneo en
la corte de Enrique IV, cubierto con un velo negro y llevando en la cimera
una letra que decía:
Esperanza
en mi tiniebla
De nueva luz con victoria,
Pues del limbo sacó gloria.
Ya en los siglos XVI
y XVII, las menciones a los torneos se multiplican en la documentación
sobre las fiestas gallegas (Santiago, Coruña, Lugo, Betanzos, Pontedeume…),
con noticias que llegan hasta el siglo XVIII y testimonios en el arte
como el fresco de Santa María de Mosteiro (Guntín, Lugo, ca. 1510-20,
véase Foto).
En Compostela, los torneos
se hacían de manera habitual en las fiestas el Apóstol y en las de San
Roque, santo muy popular como abogado de la peste cuya festividad se
celebraba con juegos, cañas, torneos y sortija. Tales juegos
debían de repetirse todos los años, lo cual explica el enfado de los
regidores cuando en 1619 el mayordomo se negó a hacerlos:
En
este consistorio (…) mandaron que dicho Juan Vazquez aga las fiestas
como lo yzieron sus antezesores que an echo fuegos, cañas, torneos,
sortijas y otras fiestas y no le allando a ello, se le saque beynte
ducados para dichas fiestas…
En las fiestas del
Apóstol los torneos se celebraban anualmente y tenemos referencias en
las actas municipales, tanto de los participantes como de los gastos en
los tablados que se levantaban para que las autoridades presenciaran
cómodamente el espectáculo. Consta, por ejemplo, que en 1599 el
mayordomo de la Cofradía de Santiago, D. Pedro de Cisneros, se concertó
el 18 de julio con tres carpinteros, que se obligaron a dar hecho para
el día de Santa Ana en la plaza del Hospital un tablado de tres palmos
de alto con su correspondiente cerca y la valla del medio, y en un
extremo la tribuna para los jueces, y que en 1600: se acordo que
para el torneo, por si la plaza fuese pequeña, se deshiziese el
cobertizo de la plaza del Campo y se volviese a azer adonde como esta,
lo que se le encargo al regidor Pedro de Gossende, que la haga deshazer
y hazer...
Además de estos
torneos ordinarios, celebrados anualmente, tenemos también noticias de
torneos en ocasiones extraordinarias, por ejemplo en las entradas de los
arzobispos en la ciudad o en las fiestas por la
canonización de San Ignacio de Loyola y otros santos españoles en 1622
:
En
este consistorio se hordeno que se de libranza al dotor Bernardino
Yañez de trezientos y cinquenta y seis reales que gasto en el azer
de la plaza de la canonizacion de los Santos de la Conpañia para las
fiestas que en ellas le yzieron y precios del juego del torneo y
treinta y un reales que dio por cuenta de los tablados, la qual
dicha libranza se de en propios, y ansi mismo se de libranza en
propios de lo que el señor alcalde Alonso de Prados concerto la
clabacion de las garrufias para los toros…
Hay también noticias
de torneos que se hicieron a modo de entremeses en los intermedios de
representaciones teatrales. En 1615, por ejemplo, la compañía de Pedro
de Loaisa y Juan de Vargas, contratada por el ayuntamiento, representó
en Compostela dos comedias en las fiestas del Apóstol y una invencion
que sacaron en la dicha fiesta que fue un torneo
,
y en 1697 se representaron en la Universidad loa, comedias y entremeses.
Las comedias fueron dos, a cargo de la compañía de Francisco Patiño, la
loa se le pagó al colegial Vallo de Porras y el entremés consistió en
una corrida de rejones y un torneo
.
En A Coruña sabemos
que se
hizo un torneo en el contexto de las fiestas celebradas
en la ciudad con motivo del cumpleaños de la Reina Gobernadora, contando
con la asistencia de una nutrida representación de la sociedad coruñesa
y del Conde de Aranda, entonces Capitán General de Galicia
,
torneo que también se celebró en 1690 en la plaza del palacio de la
Capitanía durante las fiestas por la llegada a la ciudad de la reina
Mariana de Neoburgo, mujer de Carlos II
.
No consta cómo fue
el torneo de 1673, pero en el caso de 1690 sabemos que hubo dos: uno
de armas, y además otro Torneo que se hizo dançado, es decir
un espectáculo al estilo de los carrousels franceses, un desfile
ecuestre en el que el juez (conde de Puñoenrostro) valoraba la inventiva
de los caballeros ventureros y las rocas alegóricas que los
acompañaban.
La primera de ellas era
una galera muy bien compuesta y alineada con sus banderas y
remos y con sus dos presas de artillería, de la cual desembarcó el
caballero mantenedor y sus padrinos. La segunda fue un cavallo
troano, con el justador y padrinos. La tercera consistía en: dos
caballeros ventureros metidos en el efixe de una peña y,
finalmente, salieron otros dos ventureros: metidos en el efixe de
la Torre de Ercules. Todos ellos estuvieron dando la vuelta a
la plaza y a bista de su magestad hasta cerca de las ocho de la noche,
y de su complicación escenográfica da buena prueba el hecho de que se
contratase a un pintor (Jacinto Conde) y se hiciese venir de Santiago al
presbítero Andrés de Leis con “los generos nezesarios para dichas
perspectivas”. Hubo ensayos previos dirigidos por el sacerdote D.
Bernabé de Ávila y participó toda la nobleza e hidalguía de la ciudad y
caballeros de los alrededores.
En Betanzos hay
noticias de un Juego de la justa en el contexto de la procesión
del Corpus, pero es probable que la justa fuese el combate con la
Coca-Tarasca y que las menciones a los justadores en la
documentación no se refieran a un verdadero torneo. Sin embargo, los
torneos están documentados en la villa en las fiestas de San Roque, y en
el año 1694 un documento menciona la obligación de los vigarios de la
cofradía de hacer:
...fiestas públicas al Santo no solo en lo tocante a la iglesia
y culto divino, con Misa Mayor, Sermón, sino también fiestas y
regocijos públicos de comedias, toros, máscaras, torneos y otros, y
fuegos como se estila y acostumbra hazer en fiestas solegnes.
En Lugo hay noticias
de la celebración de torneos en las fiestas el patrón San Froilán, y
todavía en 1746 se planeó hacer uno durante las fiestas para celebrar la
coronación de Fernando VI como Rey de España, aunque Alcancías,
torneo, sortija y otras funciones tuvieron finalmente que
suspenderse por la lluvia
.
Otro caso de torneo en
celebraciones regias lo tenemos en Ourense en 1707 durante las fiestas
por el nacimiento del príncipe Luis, hijo de Felipe V y futuro Luis I.
De acuerdo con el relato del P. Butrón y Múxica en El Clarín de la
Fama y cítara de Apolo…, El mantenedor de el torneo, salió
ayrosamente de su desafío, manteniéndose diestro contra tres Cavalleros,
que entraron en la liza bien, y salieron con explendor…
En Pontedeume, de
acuerdo con las declaraciones de varios testigos del pleito Monterrei-Lemos,
el conde Fernando de Andrade organizaba fiestas a principios del siglo
XVI, con justas e torneos e juegos de cañas. Por último, cabe mencionar
la noticia sobre un torneo a pie en Monforte en 1646 durante los festejos
celebrados del 27 al 30 de agosto para solemnizar la inauguración del
edificio definitivo del convento de Santa Clara de la villa y su iglesia
.
Estafermos
Relacionados con los
bofordos y los torneos están los estafermos o pandorgas, monigotes de madera
giratorios con los brazos extendidos, llevando en uno de ellos un escudo
y en el otro un saco de arena. Los caballeros al galope tenían que
golpearlos con su lanza en el escudo y esquivar inmediatamente el saco de arena, que
con el giro de los brazos tendía a golpearlos por la espalda. Fueron muy
populares por toda Europa, y en Galicia sabemos que hubo uno en Santiago, donde se
corría tanto en las fiestas del Apóstol (1608, Libro de consistorios, fol.
122v) como en las de San Roque (1621, Libro de consistorios, fol. 280).
Tenemos
así mismo noticias de su existencia en Tui, donde se hizo uno en 1732
durante las fiestas que se organizaron para celebrar la reconquista de
Orán por Felipe V: "Dadas las quatro de la tarde echas por las calles
los clarines y cajas con otros instrumentos vélicos que tocavan y
publicavan la fiesta de correr a caballo a battallar con un estafermo
que se allava puesto en la Corredera de esta ciudad, de proporzionada
estattura" (AMT, Libro de acuerdos de 1732. Sig. 5676-1, fol. 138).
Sin embargo, el más famoso
de los estafermos gallegos fue O Tangueiro
de las fiestas de la Virgen de los Remedios y las ferias de As San Lucas
de Mondoñedo, cuya
corrida, celebrada probablemente desde el siglo XVII
y documentada
con seguridad desde el siglo XIX, era anunciada a
toque de trompetas con un pregón burlesco, y se convertía en una parodia de los
torneos medievales, con jueces, juramento de los caballeros, etc. La
corrida de O Tangueiro desapareció de las fiestas mindonienses a
principios del siglo XX pero se recuperó en 1944 cuando se reparó para
la ocasión el antiguo muñeco, conservado en el convento de Alcántara. A
pesar del éxito de público que, según Trapero Pardo, tuvo la corrida del
44, el espectáculo no volvió a repetirse, pero se conserva el estafermo
con el que se hacía en las dependencias del Casino de Mondoñedo (cf.
Foto).
Pasos de armas
Una modalidad de torneo, muy popular en el siglo XV, es la de los pas
d’armes (tornei a tema se les llama en Italia) en los que un
caballero, sólo o acompañado de un equipo, se comprometía a mantener un
paso –generalmente un puente– o a defender una posición durante un
período de tiempo determinado y justar contra todos aquellos que
quisieran intentar franquearlo. Generalmente se convocaban para
liberarse de un voto y se fijaba un número de lanzas que el caballero y
sus acompañantes habrían de romper para conseguirlo. Los Pasos, pronto convertidos
en acontecimientos sociales cortesanos que atraían a mercaderes,
armeros, damas y numeroso público, tienen probablemente un origen
borgoñón y, en todo caso, su extensión y popularidad hay que
relacionarlas con el eco que los celebrados en Dijon en 1443 tuvieron en
las cortes europeas.
Era habitual rodear
a estos Pasos de una escenografía espectacular y de un aparato
emblemático y alegórico, levantándose torres, puentes, fuentes,
fortalezas de madera y tela, montañas y árboles artificiales y
complicados pabellones para alojar al público y a los participantes.
Rápidamente el aspecto deportivo y militar fue quedando olvidado y las
luchas, no pocas veces completamente ficticias, se convirtieron en un
simple ritual que servía de pretexto para la fiesta.
Aunque no tuvo lugar
en Galicia, está estrechamente relacionado con ella, por la
participación de caballeros gallegos (Juan Freire de Andrade, García
Osorio, Rodrigo de Ulloa…) y por el contexto jacobeo, el famoso Passo
Honroso mantenido por Suero de Quiñones en el puente del camino de
Santiago en Hospital de Órbigo (León). El leonés D. Suero lo convocó en
el año jacobeo de 1434 para librarse del voto que había hecho de llevar
un collar de hierro todos los jueves como símbolo de la cautividad en la que lo
tenía su dama Leonor. El reto consistía en obligar a justar a cuanto
caballero peregrino a Santiago tratase de cruzar el puente (so pena de
ser considerado cobarde y tener que vadear el río), con el compromiso de
D. Suero y sus nueve caballeros de romper 300 lanzas o mantener el paso
un mes. Acudió la corte y una multitud de espectadores, y, aunque sólo
se rompieron 176 lanzas, se cumplió el plazo, y Suero, herido en una de
las justas, fue considerado vencedor y se le liberó de su voto,
dirigiéndose él y los suyos a la catedral de compostelana donde
colocaron en el cuello del busto-relicario de Santiago Alfeo una cinta
azul y un collar de plata dorada que todavía se conserva (véanse fotos),
con una inscripción en francés en la que se recuerda el voto
caballeresco:
Si à vous ne
plait de avoir mesure,
certes je dis que je suis sans venture.
[=Si no os place
corresponderme,
en verdad que no hay dicha para mí]
Una detallada crónica del Passo de D. Suero, redactada por Pero
Rodríguez de Lena, se conservó hasta nuestros días, y la repercusión
social de las justas debió de ser grande ya que sus ecos llegan hasta
Cervantes, el cual hace decir a Don Quijote:
…digan que fueron burlas las justas de Suero Quiñones del Passo
(...), con otras muchas hazañas hechas por caballeros
cristianos, tan auténticas y verdaderas, que torno a decir que el
que las negase carecería de toda razón y buen discurso.
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Imagen de un
torneo en Le Livre des tournois de René de Anjou, rey de Nápoles
(siglo XV)
Torneo tipo
mêlée, instigado por los demonios, en una miniatura del Breviari d’amor de Matfre
Ermengaud (s. XIV)
Caballero
lanzando el bojordo contra el tablado-castillo. Vidal Mayor, fol. 229r. Siglo XIII.
Torneo al
modo medieval celebrado en la plaza de toros de Santiago en 1880.
Grabado en La Ilustración Española y Americana.
Torneo en un
fresco de Santa María de Mosteiro (Guntín, Lugo), ca. 1510-20. Foto de
Alicia Suárez-Ferrín.
Justa en Betanzos en 1386 en la
Entrada de Jean de Gante, miniatura del siglo XV en un manuscrito ilustrado
de las Chroniques de Jean Froissart
(BnF, Ms. 2645,
fol. 187).
Justa en Betanzos en 1386 en la
Entrada de Jean de Gante, miniatura del siglo XV en un manuscrito ilustrado
de las Chroniques de Jean Froissart (BnF, Ms. Fr. 79, fol. 117)
O
Tangueiro de Mondoñedo (reconstruido por los hermanos Leiva en 1944)
Puente del
Passo Honroso en Hospital de Órbigo (León).
Portada de la
crónica del Passo Honroso en la edición salmantina de 1588.
Busto de
Santiago Alfeo en la capilla de las reliquias de la catedral de Santiago
de Compostela y detalles del collar de D. Suero.
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