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Obispillos y Fiestas de
Locos
En el
contexto de las festividades litúrgicas de Navidad, se celebraron en
numerosos lugares de Europa fiestas estudiantiles como la Fiesta de
los Locos, la del Obispillo y la Fiesta del asno. Con
distintas denominaciones en cada zona (Festum u Officia stultorum,
fatuorum, follorum, lusorum, Asinaria festa, Festum baculi, Episcopus
puerorum o innocentium, Obispillo, Obispo de inocentes, Obispete,
Bisbetó, Bispo-menino...), y con variantes locales en el ceremonial,
la fiesta consistía básicamente en la rebelión de los subdiáconos (en
las Fiestas de Locos) o de los niños de coro (en el Obispillo), que por
uno o más días invertían las jerarquías y se hacían con el control de
los servicios litúrgicos.
Expulsaban a los canónigos de sus sitiales y se instalaban en los
mejores puestos del coro; revestidos con capas pluviales y vestiduras
sacerdotales decían ellos la misa, pronunciaban sermones burlescos,
dirigían el coro, parodiaban la liturgia quemando suelas de zapato y
excrementos en lugar de incienso, se paseaban en burro por las iglesias y
las calles de las villas demandando bebida, y terminaban con una gran
comida en la que el vino corría abundantemente. En muchos lugares se
elegía un Obispillo, un escolar que el día de San Nicolás era investido
como obispo gozando de total autoridad y siendo incluso servido por el
obispo verdadero y los miembros del cabildo.
Magnífico ejemplo de la importancia que el factor lúdico
tuvo en
la vida medieval, los obispillos y fiestas de locos son probablemente
una cristianización de costumbres del mundo romano como las Saturnalia, que tenían lugar también en las calendas del mes de
diciembre y en
las cuales se invertía del mismo modo el orden social, y el pueblo daba
rienda suelta a sus instintos. El obispo de Auxerre responde, hacia
1220, sobre el significado de la fiesta:
“Se me pregunta por qué en este día se hace la Fiesta de los
Locos: antes de la venida del Señor, se celebraban las fiestas llamadas
Calendas, que la Iglesia quiere abolir por ser contrarias a la fe; pero
como no las puede extirpar completamente, permite y celebra esta fiesta
para que la otra caiga en desuso”.
Estas fiestas han atraído la atención de los historiadores del
teatro medieval, al cumplir las condiciones esenciales exigidas por Karl Young
para considerarlas representaciones dramáticas ya que hay en ellas historia,
acción e impersonation. En muchos casos, además, en el curso de
los festejos se ponían en escena comedias y se utilizaban máscaras y los
mismos recursos de la escenografía vertical que se usaban en el teatro
religioso y cortesano. En Toledo, por ejemplo, se empleaba un artefacto
volador (nube) en el que unos ángeles descendían desde las bóvedas para
coronar al Obispillo, que estaba arrodillado en un escenario levantado en
el coro.
De la teatralidad de estas prácticas da buena prueba el hecho de
que aparezcan siempre enlazadas con la actividad dramática navideña, y es
probable que a ellas se refieran muchas de las condenas sinodales y
conciliares. Para Richard Donovan, sin embargo, no llegan a ser “a
genuine dramatic piece”, por lo que no juzga necesario abordar su
estudio en profundidad en su libro sobre el drama litúrgico peninsular.
Aunque cuentan con paralelos en oriente, en la iglesia occidental
su origen está, al parecer, al igual que el de los tropos, en el
monasterio suizo de St. Gall. Su zona de máxima expansión parece ser la
Francia del norte, Flandes y sur de Alemania, pero hay casos por toda
Europa y tuvo gran difusión en la Península Ibérica.
Ya en la
consueta antigua de Vic (s. XIII) se estipula que
en la fiesta de los inocentes “faciant pueri totum mysterium”, y
las consuetas de Gerona (1360), de San Felix y de Urgell (s. XV) amplían
sus atribuciones, muy precisa y extensa la gerundense. Similares
indicaciones dan para la fiesta de San Nicolás las consuetas de Vic,
Barcelona y Palma de Mallorca. Tenemos también noticias de Obispillos en
Oviedo, León, y Huesca, donde se elegía además a otro muchacho que
representaba a Herodes, quizá porque tenía lugar alguna representación
con el drama de los inocentes –hay casos en Francia–. En Lérida se le
denomina Episcopus scholarium y se celebraba in secundis vesp.
S. Johannis Evangelistae, después del canto del Magnificat,
uno de cuyos versículos (Deposuit potentes de sede et exaltavit
humiles) resume el sentido de la celebración. También en Andalucía
fue conocida la fiesta y tenemos testimonios de su extensión y
popularidad en la literatura. Sirvan como ejemplo las palabras de Mateo
Alemán en el Guzmán de Alfarache:
“Como iba faltando el dinero de que disponer, me comenzaron a
descomponer poco a poco, pieza por pieza: quedé degradado. Fue el
obispillo de San Nicolás respetado el día del santo, y yo hasta no tener
moneda (...) ¡Oh dulce vida la de estudiantes. Aquel hacer de
obispillos!” (Libro II cap. IX).
Testimonio de la vitalidad de la fiesta son las persistentes
condenas eclesiásticas. La prohibición del Concilio de Aranda (1473) de
“sermones ilícitos” podría ser una referencia a los sermones
burlescos de los obispillos. Prohibiciones concretas son la de Mallorca
en 1543 y las de Tarragona y Toledo en 1566, en las que se condena “aquella
fingida y pueril elección de un obispo que suele hacerse con infame
abuso en ciertas solemnidades del año”. Las condenas son también
frecuentes en otras zonas de Europa, aunque conviven con las ordenanzas regulatorias: en Le Mans
(Francia), en 1420, el cabildo pide al abad de La Cuture
que se disculpe públicamente por haberse negado a recibir al obispillo.
Pocos años más tarde, es la abadesa de Notre-Dame-du-Pré la que tiene
que excusarse por su negativa a ofrecer vino al cortejo de los locos y
el abad de Beaulieu el que se ve forzado a reconocer que dar de beber al
cortejo es una obligación establecida por la tradición. Tradición
arraigada que explica por qué, a pesar de las condenas, estos festejos
han perdurado en muchos lugares hasta la época contemporánea. En el
siglo XIX aun pervivía la costumbre en toda la zona pirenaica, y todavía
se mantiene, o lo hizo hasta hace pocos años, en Zegama, Agurain,
Legazpia, Salvatierra y otras localidades vascas, en Garinoain y
Muruzábal
(Navarra),
en Osuna (Sevilla), en
Montserrat (el Bisbetó) y en Lluc (Sermó de la Calenda), y
se ha recuperado en otros como en Burgos, Palencia o Murcia.
En Galicia
no tenemos noticias directas de la época medieval, pero
la referencia portuguesa del Sínodo de Oporto de 1477: “nem façam
jogos no coro na igreja”, parece referirse al obispillo, y otros
indicios apuntan a que la costumbre debió de ser practicada en nuestras
iglesias y pervivir hasta fechas tardías, ya que en las Constituciones Synodales del Obispado de Lugo
de 1669 se condena la
práctica, viva todavía en el siglo XVII en las tierras del obispado:
“De algunas parte de este Obispado y lugares se tienen
noticias que, en días señalados del año, suelen hacerse en fiestas
principales Obispillos y otros juguetes semejantes e invenciones
ridículas, y con ocasión y color de tales juegos, representaciones,
personajes y figuras impertinentes, causando risa así por el día, como
por la noche en otras mogigangas, vsando para ello de vestiduras
sagradas (...) que ninguna persona (...) pueda vsar, en tal fiesta de
Obispillo de vestidura ninguna sagrada, como Mitras, roquetes, alvas,
manteles, ni se vista de semejantes apariencias ni vse de bendiciones”.
No es tan clara la referencia de las
Constituciones Sinodales
de Mondoñedo del Obispo D. Isidro Caja de La Xara (1586), pero su
prohibición de que “se digan gracias, ni burlas, ni se hagan sermones
fingidos, o representados” o “se hagan representaciones de
sermones, como se solían hacer en algunas fiestas...”, parece aludir
al Obispillo o a representaciones semejantes, lo mismo que cuando
prohíbe que: “saquen ningún clérigo, fraile ni monja fingida, ni
sus vestidos y hábitos, ni capas, casullas, ni dalmáticas de las
Iglesias”. Hay algunas otras noticias posteriores sobre el obispillo
mindoniense y sabemos que todavía en los años 30 del siglo XX se elegía
un obispillo de Inocentes, y un secretario que lo acompañaba.
Tenemos noticias de
la fiesta en Betanzos a cargo de los alumnos de la Cátedra de Latinidad
fundada en 1614 por el rector de Obre, D. Juan Fernández Pereira. Las
Constituciones de la cátedra de latinidad de Betanzos de 1712
testimonian la pervivencia del festejo y hablan de algunos excesos (Const.
nº 18 y 19):
"Item porque
le consta que los estudiantes suelen nombrar un obispillo para el
día de San Nicolás de Vari y solemnizar su día con missa y sermón a
que concurre lo más granado de aquella ciudad, (...) hordena y manda
a los que lo fueren que en reconocimiento precisso que deben
cofessar al venerable fundador por la piadosa fundación de la
cáthedra y a sus subcesores Patronos en su nombre, salga acompañado
del obispillo y sus cardenales a combidarlo en su casa estando en la
ciudad. Y le acompañe aquel día hasta la Iglesia y le pongan un
lugar decente para que asista a la fiesta del sermón y a la missa. Y
que habiendo en ello algún discuido pueda multarlo el Patrono.
Item porque le consta con evidencia que la víspera y el día de dicho San
Nicolás algunos de los estudiantes se visten y disfrazan con
mascarillas y como rogueros que vulgarmente llaman, suelen con
violencia quitar a las mugeres las ruecas para precisarlas a que no
hilen en aquellos dos días, y que a la sombra de estos estudiantes
disfrazados se disfrazan otros vecinos con el motivo de vengar
algunas injurias y agravios cubiertos de mascarillas de que se
siguen que se efectúan muchas y muy escandalosas insolencias. Por
tanto, para atajarlas, hordena y manda que dicho cathedrático
prohiba semejantes disfraces de rogueros a sus discípulos
comminándoles con gravísimas penas hasta la de la expulsión de la
cáthedra y de dar parte a la Justicia..." .
Sabemos que la fiesta se celebró también en la iglesia de San
Nicolás de A Coruña, donde hasta 1730 los estudiantes de gramática de la
localidad elegían un obispillo que entraba en la iglesia acompañado de
un grupo de escolares “disfrazados y cubierta la cara”, lo que
llevó al arzobispo D. José de Santibáñez a prohibirlo porque “de esta
acción se sigue que (...) ejecutan acciones menos decentes”. Se
mantuvo sin embargo “el estilo de que se vista el niño de obispo por
estar asegurado, no es motivo este del menor inconveniente y embarazo”.
Desconozco hasta cuando siguió eligiéndose el obispillo coruñés (en 1737 lo menciona expresamente como todavía existente el Diccionario
de la Real Academia), pero consta que hasta la década de 1960 pervivió en las catedrales de Ourense y Lugo
la costumbre de permitir a un seise o monaguillo dirigir el coro y los
rezos el día de los Santos Inocentes, eso sí, como en la mayoría de los
casos actuales,
sin la juerga medieval que solo se mantiene, parcialmente, en algunos
lugares, especialmente en el País Vasco.
De Lugo tenemos
noticias de su pervivencia en fechas similares a las de A Coruña por el
pleito interpuesto en 1732 por el obispo de Lugo contra Don Melchor y
Don Pedro de Camba, a causa de los excesos cometidos por un criado suyo
vistiendo ropa burlesca de obispo. Es probable, así mismo, que los
estudiantes de la Universidad de Santiago hiciesen fiestas semejantes,
aunque su existencia no consta con seguridad. Sí la de una cofradía de
San Nicolás, que tenía entre sus funciones ocuparse de los entierros de
los cofrades que falleciesen y “celebrar la fiesta”, festividad
que no sabemos exactamente en qué consistía. Podría tratarse de un
obispillo, ya que, entre las novatadas a las que se sometía a los
alumnos recién llegados a la Universidad compostelana, se incluía un “bautizo”
por parte de un cocinero del Colegio que, ataviado con vestiduras
pontificales, seguía al parecer un ritual sacrílego “que no permitirían nombrar
el pudor y el respeto”.
Similares a los
obispillos eran las elecciones de un emperador del colegio que se
hacían con diálogos y escenografía teatrales en los colegios jesuitas
gallegos
, en los cuales hay pruebas de que los estudiantes tenían
también a San
Nicolás como patronum nostrum (en Monterrei, por ejemplo), y
tenemos así mismo noticias de que en las cátedras de gramática y latinidad
de las ciudades y villas gallegas de los siglos XVI-XVIII el día de San Nicolás (6 de diciembre)
era dies festus celebratur.
Tenemos también
noticias en Galicia de sermones burlescos en ámbitos escolares
eclesiásticos. En 1603, por ejemplo, consta que en el Colegio de Ribas
de Sil monjes y estudiantes novicios agasajaron al oidor de la Audiencia
de Galicia, D. Gregorio López de Tovar, con canciones y composiciones
poéticas en su honor, entre ellas nueve redondillas en gallego, y que en
el segundo día de estancia en el monasterio, durante la comida, un monje
disfrazado de cardenal, con mitra y larga barba blanca postiza, desplazó
al lector ordinario del púlpito y predicó un sermón burlesco que duró tres
cuartos de hora. Tovar dice en sus Memorias que era en forma de
bexamen (=vejamen) escolar, y que "con la mas linda gracia y
crecido donayre y apacibilidad que jamas se vio (...) á todos hizo
reir"
.
Frente a algunas interpretaciones que consideran estos festejos como
síntoma de la rebeldía de las clases más desfavorecidas contra la
Iglesia y el poder nobiliario, hay que señalar que todas estas
celebraciones del desorden y de la inversión de jerarquías, nacieron y
se desarrollaron en círculos eclesiásticos. La Iglesia pues apoyó y
financió estos festejos –al menos un sector de ella, el de los canónigos
de colegiatas y catedrales–, probablemente como una astuta medida para
adelantarse a las críticas, canalizándolas y reglamentándolas. Hay
además una intención doctrinal ya que la costumbre no es, en el fondo,
más que la realización del mensaje bíblico del relato de las Bodas de Caná: “Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se
humilla será ensalzado” y del Sermón de la Montaña: “los últimos
serán los primeros”.
No
hay que olvidar, por otra parte, que el desorden ritualizado no corrompe
el orden social sino que, muy al contrario, contribuye a consolidarlo
como argumentó atinadamente el claustro de la Facultad de Teología de la
Universidad de París, frente a las pretensiones del rector cuando este pretendía,
en 1444, suprimir y
condenar la Fiesta del Asno:
«Nuestros eminentes ancestros han permitido esta fiesta. ¿Por qué se nos
ha de prohibir ahora? No lo festejamos en serio, sino por pura broma,
para divertirnos según la tradición, y por eso una vez al año nos
rendimos a la locura, que es nuestra segunda naturaleza y parece ser
innata en nosotros. Los toneles de vino estallarían si no les
sacásemos los
tapones de vez en cuando para orearlos. Es por eso que nos entregamos a
las bufonadas durante unos días, para luego dedicarnos al
servicio de Dios con mayor fervor»
[Nos
éminents ancêtres ont permis cette fête. Pourquoi devrait-elle nous
être interdite? Nous ne fêtons pas sérieusement, mais par pure
plaisanterie, pour nous divertir selon la tradition, pour qu'au
moins une fois par an nous nous abandonnions à la folie, qui est
notre seconde nature et semble être innée en nous. Les tonneaux de
vin éclateraient si l'on n'ouvrait pas de temps en temps la bonde
pour les aérer. C'est pourquoi nous nous livrons à des bouffonneries
pendant quelques jours pour pouvoir ensuite nous consacrer au
service de Dieu avec une ferveur d'autant plus grande].
Obispillos, fiestas de locos o fiestas del asno hay que entenderlos
pues, no como una desviación sino como un ritual cristiano perfectamente
coherente con los usos de la época, una exaltación de la inocencia, un
medio de reflexión sobre los vicios y una llamada a la humildad.
Que la iglesia, al menos parte de ella, apoyaba y financiaba
estas fiestas era de domino público por lo que no puede extrañar que
Jean Gerson nos cuente escandalizado, a principios del siglo XV, como había encontrado en Auxerre a
un hombre “que afirmaba que la fiesta de los locos con la cual se
celebraba la entrada del invierno en las iglesias y conventos era tan
santa como la fiesta de la Concepción de María”, argumento que trae
a la memoria el testimonio gallego de Neira de Cancela, que en la primera
mitad del siglo XIX afirma haber oído con asombro a un paisano de Redondela
lamentarse de que: “por mor d’a santa Coca perdín o raio da misa”.
Lo que puede
haber sucedido es que, con el tiempo, estos festejos dieran
lugar a excesos y desviaciones, o, con mayor probabilidad, que la nueva
mentalidad contrarreformista en boga en un influyente sector de la
iglesia desde mediados del siglo XVI, dejara de percibir la utilidad de la fiesta. La misma
Universidad de París, cuyo claustro se había opuesto firmemente a los intentos de
prohibición de 1400 y 1450, afirmaba en 1544 que: “la fiesta de los
subdiáconos o de los locos es un resto de paganismo, una corrupción
abominable y perniciosa que tiende a un visible desprecio de Dios”, y
que quienes la practicaban “tienen una fe sospechosa y deben de ser
tratados como herejes”.
Triunfaba así una tendencia, siempre existente en el seno de la
Iglesia, que se quejaba no solo de la falta de respeto e irreverencia de
estos festejos, sino que era consciente de que la penetración del
folklore pagano en los rituales cristianos podía llevar dentro la
semilla de una futura subversión del orden social y religioso. A pesar
de todo, este tipo de juegos de escarnio estuvieron muy extendidos y
tuvieron larga pervivencia (las Compañías de locos sobrevivieron hasta
el siglo XVIII y las comparsas carnavalescas actuales son sus
sucesoras), pero no parece que hayan conducido al nacimiento de un
teatro profano, cuyos orígenes hay que buscar en las fiestas cortesanas,
Momos, Entradas Reales etc. Cabe pensar, sin embargo, en la existencia de
una relación de parentesco entre estas fiestas y los mimos y recitados
juglarescos, así como con los arremedilhos gallego-portugueses de
los siglos XII-XIII,
embrión para algunos autores de los momos y entremeses de los siglos
posteriores. Hay pocos datos documentales para afirmarlo, pero sí
tenemos algún testimonio que permite relacionar los arremedilhos
con las fiestas cortesanas, por ejemplo una carta de donación de Sancho I de
Portugal (ca. 1211), en la cual el juglar Bonamis reconoce deberle a
cambio al Rey una representación
en su corte: “Nos mimi supranominati debemus Domino Nostro Regi pro
reboratione unum arremidilum”.
En Galicia no tenemos pruebas documentales de la existencia de
Fiestas de Locos, pero la aparición en el arte de representaciones de
fous (canecillos de la Catedral de Ourense, misericordias de las
sillerías de coro de Celanova y Mondoñedo, frescos de Mondoñedo, capilla
del Hospital Real de Santiago...), algunos como juglares tocando la
gaita (Celanova), autoriza a pensar que no fueron desconocidas en el
país.
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Bisbetó
de Montserrat (¿años 30?)
El
obispillo de San Nicolás en un Ordinario de la catedral de
Bamberg (Alemania) (Bamberg, Staatsbibliothek, HV. Ms. 476, fol.
251v).
Obispillo
haciendo una bendición burlesca montado del revés en un asno (Ms.
francés, s. XIII. Biblioteca de la Universidad de Yale, Beinecke
MS 229, fol. 104v)
Frontispicio de las Constituciones Synodales de Lugo (1669),
en las que se condena el Obispillo
Constituciones de la cátedra de latinidad de Betanzos de 1712 con
noticias sobre el obispillo (AMB, Fondo Vales Villamarín, caja 38-5).
Fou
gaitero en una misericordia de la sillería de coro de Celanova
Fou en
un canecillo de la catedral de Ourense
Fou en
la decoración de la capilla del Hospital Real de Santiago (siglo XVI).
Foto por cortesía de Pablo
Carpintero Arias
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