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 Julio I. González Montañés ©

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Obispillos y Fiestas de Locos

 

  En el contexto de las festividades litúrgicas de Navidad, se celebraron en numerosos lugares de Europa fiestas estudiantiles como la Fiesta de los Locos, la del Obispillo y la Fiesta del asno. Con distintas denominaciones en cada zona (Festum u Officia stultorum, fatuorum, follorum, lusorum, Asinaria festa, Festum baculi, Episcopus puerorum o innocentium, Obispillo, Obispo de inocentes, Obispete, Bisbetó, Bispo-menino...), y con variantes locales en el ceremonial, la fiesta consistía básicamente en la rebelión de los subdiáconos (en las Fiestas de Locos) o de los niños de coro (en el Obispillo), que por uno o más días invertían las jerarquías y se hacían con el control de los servicios litúrgicos.

  Expulsaban a los canónigos de sus sitiales y se instalaban en los mejores puestos del coro; revestidos con capas pluviales y vestiduras sacerdotales decían ellos la misa, pronunciaban sermones burlescos, dirigían el coro, parodiaban la liturgia quemando suelas de zapato y excrementos en lugar de incienso, se paseaban en burro por las iglesias y las calles de las villas demandando bebida, y terminaban con una gran comida en la que el vino corría abundantemente. En muchos lugares se elegía un Obispillo, un escolar que el día de San Nicolás era investido como obispo gozando de total autoridad y siendo incluso servido por el obispo verdadero y los miembros del cabildo.

  Magnífico ejemplo de la importancia que el factor lúdico tuvo en la vida medieval, los obispillos y fiestas de locos son probablemente una cristianización de costumbres del mundo romano como las Saturnalia, que tenían lugar también en las calendas del mes de diciembre y en las cuales se invertía del mismo modo el orden social, y el pueblo daba rienda suelta a sus instintos. El obispo de Auxerre responde, hacia 1220, sobre el significado de la fiesta:

    Se me pregunta por qué en este día se hace la Fiesta de los Locos: antes de la venida del Señor, se celebraban las fiestas llamadas Calendas, que la Iglesia quiere abolir por ser contrarias a la fe; pero como no las puede extirpar completamente, permite y celebra esta fiesta para que la otra caiga en desuso”.

  Estas fiestas han atraído la atención de los historiadores del teatro medieval, al cumplir las condiciones esenciales exigidas por Karl Young para considerarlas representaciones dramáticas ya que hay en ellas historia, acción e impersonation. En muchos casos, además, en el curso de los festejos se ponían en escena comedias y se utilizaban máscaras y los mismos recursos de la escenografía vertical que se usaban en el teatro religioso y cortesano. En Toledo, por ejemplo, se empleaba un artefacto volador (nube) en el que unos ángeles descendían desde las bóvedas para coronar al Obispillo, que estaba arrodillado en un escenario levantado en el coro.

   De la teatralidad de estas prácticas da buena prueba el hecho de que aparezcan siempre enlazadas con la actividad dramática navideña, y es probable que a ellas se refieran muchas de las condenas sinodales y conciliares. Para Richard Donovan, sin embargo, no llegan a ser “a genuine dramatic piece”, por lo que no juzga necesario abordar su estudio en profundidad en su libro sobre el drama litúrgico peninsular.

  Aunque cuentan con paralelos en oriente, en la iglesia occidental su origen está, al parecer, al igual que el de los tropos, en el monasterio suizo de St. Gall. Su zona de máxima expansión parece ser la Francia del norte, Flandes y sur de Alemania, pero hay casos por toda Europa y tuvo gran difusión en la Península Ibérica.

  Ya en la consueta antigua de Vic (s. XIII) se estipula que en la fiesta de los inocentes “faciant pueri totum mysterium”, y las consuetas de Gerona (1360), de San Felix y de Urgell (s. XV) amplían sus atribuciones, muy precisa y extensa la gerundense. Similares indicaciones dan para la fiesta de San Nicolás las consuetas de Vic, Barcelona y Palma de Mallorca. Tenemos también noticias de Obispillos en Oviedo, León, y Huesca, donde se elegía además a otro muchacho que representaba a Herodes, quizá porque tenía lugar alguna representación con el drama de los inocentes –hay casos en Francia–. En Lérida se le denomina Episcopus scholarium y se celebraba in secundis vesp. S. Johannis Evangelistae, después del canto del Magnificat, uno de cuyos versículos (Deposuit potentes de sede et exaltavit humiles) resume el sentido de la celebración. También en Andalucía fue conocida la fiesta y tenemos testimonios de su extensión y popularidad en la literatura. Sirvan como ejemplo las palabras de Mateo Alemán en el Guzmán de Alfarache:

     “Como iba faltando el dinero de que disponer, me comenzaron a descomponer poco a poco, pieza por pieza: quedé degradado. Fue el obispillo de San Nicolás respetado el día del santo, y yo hasta no tener moneda (...) ¡Oh dulce vida la de estudiantes. Aquel hacer de obispillos!” (Libro II cap. IX).

  Testimonio de la vitalidad de la fiesta son las persistentes condenas eclesiásticas. La prohibición del Concilio de Aranda (1473) de “sermones ilícitos” podría ser una referencia a los sermones burlescos de los obispillos. Prohibiciones concretas son la de Mallorca en 1543 y las de Tarragona y Toledo en 1566, en las que se condena “aquella fingida y pueril elección de un obispo que suele hacerse con infame abuso en ciertas solemnidades del año”. Las condenas son también frecuentes en otras zonas de Europa, aunque conviven con las ordenanzas regulatorias: en Le Mans (Francia), en 1420, el cabildo pide al abad de La Cuture que se disculpe públicamente por haberse negado a recibir al obispillo. Pocos años más tarde, es la abadesa de Notre-Dame-du-Pré la que tiene que excusarse por su negativa a ofrecer vino al cortejo de los locos y el abad de Beaulieu el que se ve forzado a reconocer que dar de beber al cortejo es una obligación establecida por la tradición. Tradición arraigada que explica por qué, a pesar de las condenas, estos festejos han perdurado en muchos lugares hasta la época contemporánea. En el siglo XIX aun pervivía la costumbre en toda la zona pirenaica, y todavía se mantiene, o lo hizo hasta hace pocos años, en Zegama, Agurain, Legazpia, Salvatierra y otras localidades vascas, en Garinoain y Muruzábal (Navarra), en Osuna (Sevilla), en Montserrat (el Bisbetó) y en Lluc (Sermó de la Calenda), y se ha recuperado en otros como en Burgos, Palencia o Murcia.

   En Galicia
no tenemos noticias directas de la época medieval, pero la referencia portuguesa del Sínodo de Oporto de 1477: “nem façam jogos no coro na igreja”, parece referirse al obispillo, y otros indicios apuntan a que la costumbre debió de ser practicada en nuestras iglesias y pervivir hasta fechas tardías, ya que en las Constituciones Synodales del Obispado de Lugo de 1669 se condena la práctica, viva todavía en el siglo XVII en las tierras del obispado:

    “De algunas parte de este Obispado y lugares se tienen noticias que, en días señalados del año, suelen hacerse en fiestas principales Obispillos y otros juguetes semejantes e invenciones ridículas, y con ocasión y color de tales juegos, representaciones, personajes y figuras impertinentes, causando risa así por el día, como por la noche en otras mogigangas, vsando para ello de vestiduras sagradas (...) que ninguna persona (...) pueda vsar, en tal fiesta de Obispillo de vestidura ninguna sagrada, como Mitras, roquetes, alvas, manteles, ni se vista de semejantes apariencias ni vse de bendiciones”.

  No es tan clara la referencia de las Constituciones Sinodales de Mondoñedo del Obispo D. Isidro Caja de La Xara (1586), pero su prohibición de que “se digan gracias, ni burlas, ni se hagan sermones fingidos, o representados”  o “se hagan representaciones de sermones, como se solían hacer en algunas fiestas...”, parece aludir al Obispillo o a representaciones semejantes, lo mismo que cuando prohíbe que: “saquen ningún clérigo, fraile ni monja fingida, ni sus vestidos y hábitos, ni capas, casullas, ni dalmáticas de las Iglesias”. Hay algunas otras noticias posteriores sobre el obispillo mindoniense y sabemos que todavía en los años 30 del siglo XX se elegía un obispillo de Inocentes, y un secretario que lo acompañaba.

  Tenemos noticias de la fiesta en Betanzos a cargo de los alumnos de la Cátedra de Latinidad fundada en 1614 por el rector de Obre, D. Juan Fernández Pereira. Las Constituciones de la cátedra de latinidad de Betanzos de 1712 testimonian la pervivencia del festejo y hablan de algunos excesos (Const. nº 18 y 19):

  "Item porque le consta que los estudiantes suelen nombrar un obispillo para el día de San Nicolás de Vari y solemnizar su día con missa y sermón a que concurre lo más granado de aquella ciudad, (...) hordena y manda a los que lo fueren que en reconocimiento precisso que deben cofessar al venerable fundador por la piadosa fundación de la cáthedra y a sus subcesores Patronos en su nombre, salga acompañado del obispillo y sus cardenales a combidarlo en su casa estando en la ciudad. Y le acompañe aquel día hasta la Iglesia y le pongan un lugar decente para que asista a la fiesta del sermón y a la missa. Y que habiendo en ello algún discuido pueda multarlo el Patrono.


 Item porque le consta con evidencia que la víspera y el día de dicho San Nicolás algunos de los estudiantes se visten y disfrazan con mascarillas y como rogueros que vulgarmente llaman, suelen con violencia quitar a las mugeres las ruecas para precisarlas a que no hilen en aquellos dos días, y que a la sombra de estos estudiantes disfrazados se disfrazan otros vecinos con el motivo de vengar algunas injurias y agravios cubiertos de mascarillas de que se siguen que se efectúan muchas y muy escandalosas insolencias. Por tanto, para atajarlas, hordena y manda que dicho cathedrático prohiba semejantes disfraces de rogueros a sus discípulos comminándoles con gravísimas penas hasta la de la expulsión de la cáthedra y de dar parte a la Justicia..."
.

   Sabemos que la fiesta se celebró también en la iglesia de San Nicolás de A Coruña, donde hasta 1730 los estudiantes de gramática de la localidad elegían un obispillo que entraba en la iglesia acompañado de un grupo de escolares “disfrazados y cubierta la cara”, lo que llevó al arzobispo D. José de Santibáñez a prohibirlo porque “de esta acción se sigue que (...) ejecutan acciones menos decentes”. Se mantuvo sin embargo “el estilo de que se vista el niño de obispo por estar asegurado, no es motivo este del menor inconveniente y embarazo”. Desconozco hasta cuando siguió eligiéndose el obispillo coruñés (en 1737 lo menciona expresamente como todavía existente el Diccionario de la Real Academia), pero consta que hasta la década de 1960 pervivió en las catedrales de Ourense y Lugo la costumbre de permitir a un seise o monaguillo dirigir el coro y los rezos el día de los Santos Inocentes, eso sí, como en la mayoría de los casos actuales, sin la juerga medieval que solo se mantiene, parcialmente, en algunos lugares, especialmente en el País Vasco.

  De Lugo tenemos noticias de su pervivencia en fechas similares a las de A Coruña por el pleito interpuesto en 1732 por el obispo de Lugo contra Don Melchor y Don Pedro de Camba, a causa de los excesos cometidos por un criado suyo vistiendo ropa burlesca de obispo. Es probable, así mismo, que los estudiantes de la Universidad de Santiago hiciesen fiestas semejantes, aunque su existencia no consta con seguridad. Sí la de una cofradía de San Nicolás, que tenía entre sus funciones ocuparse de los entierros de los cofrades que falleciesen y “celebrar la fiesta”, festividad que no sabemos exactamente en qué consistía. Podría tratarse de un obispillo, ya que, entre las novatadas a las que se sometía a los alumnos recién llegados a la Universidad compostelana, se incluía un “bautizo” por parte de un cocinero del Colegio que, ataviado con vestiduras pontificales, seguía al parecer un ritual sacrílegoque no permitirían nombrar el pudor y el respeto”.

  Similares a los obispillos eran las elecciones de un emperador del colegio que se hacían con diálogos y escenografía teatrales en los colegios jesuitas gallegos , en los cuales hay pruebas de que los estudiantes tenían también a San Nicolás como patronum nostrum (en Monterrei, por ejemplo), y tenemos así mismo noticias de que en las cátedras de gramática y latinidad de las ciudades y villas gallegas de los siglos XVI-XVIII el día de San Nicolás (6 de diciembre) era dies festus celebratur.

  Tenemos también noticias en Galicia de sermones burlescos en ámbitos escolares eclesiásticos. En 1603, por ejemplo, consta que en el Colegio de Ribas de Sil monjes y estudiantes novicios agasajaron al oidor de la Audiencia de Galicia, D. Gregorio López de Tovar, con canciones y composiciones poéticas en su honor, entre ellas nueve redondillas en gallego, y que en el segundo día de estancia en el monasterio, durante la comida, un monje disfrazado de cardenal, con mitra y larga barba blanca postiza, desplazó al lector ordinario del púlpito y predicó un sermón burlesco que duró tres cuartos de hora. Tovar dice en sus Memorias que era en forma de bexamen (=vejamen) escolar, y que "con la mas linda gracia y crecido donayre y apacibilidad que jamas se vio (...) á todos hizo reir" .

   Frente a algunas interpretaciones que consideran estos festejos como síntoma de la rebeldía de las clases más desfavorecidas contra la Iglesia y el poder nobiliario, hay que señalar que todas estas celebraciones del desorden y de la inversión de jerarquías, nacieron y se desarrollaron en círculos eclesiásticos. La Iglesia pues apoyó y financió estos festejos –al menos un sector de ella, el de los canónigos de colegiatas y catedrales–, probablemente como una astuta medida para adelantarse a las críticas, canalizándolas y reglamentándolas. Hay además una intención doctrinal ya que la costumbre no es, en el fondo, más que la realización del mensaje bíblico del relato de las Bodas de Caná: “Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” y del Sermón de la Montaña: “los últimos serán los primeros”.

  No hay que olvidar, por otra parte, que el desorden ritualizado no corrompe el orden social sino que, muy al contrario, contribuye a consolidarlo como argumentó atinadamente el claustro de la Facultad de Teología de la Universidad de París, frente a las pretensiones del rector cuando este pretendía, en 1444, suprimir y condenar la Fiesta del Asno:

    «Nuestros eminentes ancestros han permitido esta fiesta. ¿Por qué se nos ha de prohibir ahora? No lo festejamos en serio, sino por pura broma, para divertirnos según la tradición, y por eso una vez al año nos rendimos a la locura, que es nuestra segunda naturaleza y parece ser innata en nosotros. Los toneles de vino estallarían si no les sacásemos los tapones de vez en cuando para orearlos. Es por eso que nos entregamos a las bufonadas durante unos días, para luego dedicarnos al servicio de Dios con mayor fervor»

 [Nos éminents ancêtres ont permis cette fête. Pourquoi devrait-elle nous être interdite? Nous ne fêtons pas sérieusement, mais par pure plaisanterie, pour nous divertir selon la tradition, pour qu'au moins une fois par an nous nous abandonnions à la folie, qui est notre seconde nature et semble être innée en nous. Les tonneaux de vin éclateraient si l'on n'ouvrait pas de temps en temps la bonde pour les aérer. C'est pourquoi nous nous livrons à des bouffonneries pendant quelques  jours pour pouvoir ensuite nous consacrer au service de Dieu avec une ferveur d'autant plus grande].

 Obispillos, fiestas de locos o fiestas del asno hay que entenderlos pues, no como una desviación sino como un ritual cristiano perfectamente coherente con los usos de la época, una exaltación de la inocencia, un medio de reflexión sobre los vicios y una llamada a la humildad.

 Que la iglesia, al menos parte de ella, apoyaba y financiaba estas fiestas era de domino público por lo que no puede extrañar que Jean Gerson nos cuente escandalizado, a principios del siglo XV, como había encontrado en Auxerre a un hombre “que afirmaba que la fiesta de los locos con la cual se celebraba la entrada del invierno en las iglesias y conventos era tan santa como la fiesta de la Concepción de María”, argumento que trae a la memoria el testimonio gallego de Neira de Cancela, que en la primera mitad del siglo XIX afirma haber oído con asombro a un paisano de Redondela lamentarse de que: “por mor d’a santa Coca perdín o raio da misa”.

  Lo que puede haber sucedido es que, con el tiempo, estos festejos dieran lugar a excesos y desviaciones, o, con mayor probabilidad, que la nueva mentalidad contrarreformista en boga en un influyente sector de la iglesia desde mediados del siglo XVI, dejara de percibir la utilidad de la fiesta. La misma Universidad de París, cuyo claustro se había opuesto firmemente a los intentos de prohibición de 1400 y 1450, afirmaba en 1544 que: “la fiesta de los subdiáconos o de los locos es un resto de paganismo, una corrupción abominable y perniciosa que tiende a un visible desprecio de Dios”, y que quienes la practicaban “tienen una fe sospechosa y deben de ser tratados como herejes”.

  Triunfaba así una tendencia, siempre existente en el seno de la Iglesia, que se quejaba no solo de la falta de respeto e irreverencia de estos festejos, sino que era consciente de que la penetración del folklore pagano en los rituales cristianos podía llevar dentro la semilla de una futura subversión del orden social y religioso. A pesar de todo, este tipo de juegos de escarnio estuvieron muy extendidos y tuvieron larga pervivencia (las Compañías de locos sobrevivieron hasta el siglo XVIII y las comparsas carnavalescas actuales son sus sucesoras), pero no parece que hayan conducido al nacimiento de un teatro profano, cuyos orígenes hay que buscar en las fiestas cortesanas, Momos, Entradas Reales etc. Cabe pensar, sin embargo, en la existencia de una relación de parentesco entre estas fiestas y los mimos y recitados juglarescos, así como con los arremedilhos gallego-portugueses de los siglos XII-XIII, embrión para algunos autores de los momos y entremeses de los siglos posteriores. Hay pocos datos documentales para afirmarlo, pero sí tenemos algún testimonio que permite relacionar los arremedilhos con las fiestas  cortesanas, por ejemplo una carta de donación de Sancho I de Portugal (ca. 1211), en la cual el juglar Bonamis reconoce deberle a cambio al Rey una representación en su corte: “Nos mimi supranominati debemus Domino Nostro Regi pro reboratione unum arremidilum”.

 En Galicia no tenemos pruebas documentales de la existencia de Fiestas de Locos, pero la aparición en el arte de representaciones de fous (canecillos de la Catedral de Ourense, misericordias de las sillerías de coro de Celanova y Mondoñedo, frescos de Mondoñedo, capilla del Hospital Real de Santiago...), algunos como juglares tocando la gaita (Celanova), autoriza a pensar que no fueron desconocidas en el país.

 

 

 

 

Bisbetó de Montserrat (¿años 30?)

 

 

 

El  obispillo de San Nicolás en un Ordinario de la catedral de Bamberg (Alemania) (Bamberg, Staatsbibliothek, HV. Ms. 476, fol. 251v).

 

 

 

Obispillo haciendo una bendición burlesca montado del revés en un asno (Ms. francés, s. XIII. Biblioteca de la Universidad de Yale,  Beinecke MS 229, fol. 104v)

 

 

 

Frontispicio de las Constituciones Synodales de Lugo (1669), en las que se condena el Obispillo

 

 

 

 

Constituciones de la cátedra de latinidad de Betanzos de 1712 con noticias sobre el obispillo (AMB, Fondo Vales Villamarín, caja 38-5).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fou gaitero en una misericordia de la sillería de coro de Celanova

 

 

 

 

 

 

Fou en un canecillo de la catedral de Ourense

 

 

 

 

 

 

 

Fou en la decoración de la capilla del Hospital Real de Santiago (siglo XVI).

Foto por cortesía de Pablo Carpintero Arias

 

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