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Vigo y Bouzas
No es posible fijar con exactitud el comienzo de la celebración de la
procesión del Corpus en Vigo pero cabe pensar en una fecha en la primera
mitad del siglo XVI lo que explicaría la referencia de 1669, al “tiempo
inmemorial” desde el que se celebraban las danzas gremiales del
Corpus “dentro de la dcha. Iglesia y en la procesión”, y las
noticias sobre encargos de custodias y cruces procesionales realizados
por las cofradías y parroquias viguesas en la década de 1560. En estas
fechas encargaron cruces procesionales de plata las parroquias de Teis y
Lavadores y el gremio vigués de los mareantes (cofradía de San Pedro
Telmo, con sede en la Colegiata) que contrató en 1563 la ejecución de
una cruz grande de plata con los orfebres Duarte Cedeira y Alonso
Martínez.
Es de suponer, a la vista de estos datos, que en estas fechas ya se
hacían procesiones de las cuales la primera referencia concreta se
encuentra, hasta donde yo sé, en un contrato de 1564 mediante el cual
los mayordomos de la cofradía de Santa Catalina, integrada por el gremio
de los sastres, encargan una imagen de su patrona para sacarla “en la
procesión que se hace el día de Corpus Christi”. La imagen de Santa
Catalina fue encomendada al artista flamenco Adrián de Nibeles, vecino
de Salvaterra do Miño, y tenía los brazos articulados “de goznes en
el codo y honbrera y en el dedo pulgar de la mano derecha”, para
poder sostener una espada que levantaba y bajaba en el curso de la
procesión.
El desarrollo de los festejos provocó, como en otros muchos lugares,
disputas entre las cofradías por cuestiones de protocolo. En 1591
sabemos de un conflicto entre la cofradía de Santa Catalina y la de San
Benito sobre la preeminencia en llevar los pendones en la procesión que
motivó la intervención del provisor del obispado de Tui y un Auto de la
Audiencia. Los problemas continuaron y en 1646 un Auto ordinario de la
Real Audiencia de Galicia establece de nuevo un laudo entre la Cofradía
del Santísimo Sacramento y los regidores de la villa encabezados por
Alonso Romay “sobre las preheminencias en las procesiones”
Con ocasión de la fiesta, sacaba el clero de la
colegiata sus mejores galas que según un inventario de 1579 consistían
en ricas casullas bordadas con escenas, ternos de damasco y “una capa
de terciopelo carmesí bordada de ymaginería”. La custodia en la que
se sacaba el Sacramento era al principio de madera. En 1592 se la
encarga el Concejo al entallador Pedro Fernández que la realizó con
trazas de Duarte Cedeira y la entregó en Febrero de 1593 cobrando 125
ducados. No está claro si se trata de la misma que estaba en el retablo
de la capilla mayor de la colegiata cuyo dorado se contrató en 1694, o
si mientras tanto se había sustituido por la de plata que fue robada en
1809.
En el siglo XVII sabemos que había ya una procesión
perfectamente organizada en la que participaban todos los gremios con
danzas y otros regocixos como el de los sombrereros que, en lugar
de la danza habitual, consiguieron hacer en 1628 un desfile de “una
docena de personas (…) vestidos en abito de moros, lo más
lucidamente que pudieren con sus arcabuces y flascos (…) llevando su
atambor que baya tocando delante”.
La presencia de estos moros con “arcabuces, flascos y atambor”
hace pensar que se tratase de una danza de moros y cristianos similar a
la que tenemos documentada en 1570 en el Corpus compostelano donde los
azabacheros llevaban una “historia de Señor Santiago a caballo como
cuando fue lo del Rey ramiro”, completada por los herreros con “cuarenta
o cincuenta arcabuceros con sus flascos e polvera todo puesto por su
orden y muy bien adrezados”.
No se conservan, hasta donde yo conozco, noticias sobre representaciones
teatrales en Vigo en el contexto del Corpus. Abundan, eso sí, los datos
sobre el acompañamiento musical de las danzas gremiales protagonizado
por los inevitables gaiteros y tamboriles. De la documentación se deduce
que cada gremio tenía su propio dúo, contratado por varios años, incluso
de por vida. Sabemos, por ejemplo, que un tal Juan Rouco, vecino de
Matamá, sastre y gaitero, se comprometió en 1631 con los alfayates de la
cofradía de Santa Catalina por 36 reales anuales para “tocar con su
instrumento de gaita y dar tamboril, todas las fiestas del Corpus con
tres ensayos antes (…) por espacio de nuebe años”, y en 1669 se
acuerda como hemos visto, entre tres cofradías un turno rotatorio para
las danzas y se especifica que “al gaytero ayan de pagar ellos mismos
cada uno el año que le tocare”.
Posteriormente (1692), la cofradía de sastres
contrata de por vida a Domingo Quintá para tocar la gaita en las fiestas
del Corpus Christi y Santa Catalina. En 1698 es la cofradía de Nuestra
Señora de la Concepción (zapateros) la que conviene con Diego Conde su
participación como gaitero en el Corpus y la fiesta de la patrona, y en
1699 son los mareantes los que contratan a Pedro Fernández de Cabral “persona
que usa y ejerce el oficio y arte de gaytero”, para amenizar las
cuatro fiestas anuales –entre ellas el Corpus- que celebraba el gremio.
Bouzas
Como en el caso de Vigo, el comienzo de la
celebración del Corpus en la villa de Bouzas debió de tener lugar en el
siglo XVI, época en la que ambas poblaciones viven una etapa de
crecimiento demográfico y desarrollo urbano y económico al socaire de
las actividades portuarias y pesqueras. La primera referencia de las
procesiones la tenemos en 1564, año en el que visitó la villa el obispo
tudense Juan de San Millán al que le mostraron las andas en las que se
sacaba el Corpus Christi. En el Libro de los autos, cuentas y
cosas del Ayto de la villa de Bouzas (1599-1615) hay anotaciones que
prueban la existencia de una cofradía de mareantes, puesta bajo la
advocación de “Nuestra Señora del Rosario y del nombre de Jesús”,
la cual encargó en 1600 una casulla blanca bordada en oro y un pendón de
damasco azul para uso en las “procesiones de los días santos” que
se celebraban en la villa “según es costumbre”. Aunque en este
caso no se menciona expresamente el Corpus, las procesiones debían de
ser efectivamente una costumbre ya que por esas fechas el obispo
Terrones del Caño instituye una limosna para vestir con trajes nuevos a
los hijos de los vecinos de la villa que asistiesen a la procesión.
Pocos años más tarde (1605) encontramos una descripción bastante
completa de las procesiones en la relación de los festejos que tuvieron
lugar en la villa el martes 3 de mayo, día de la Santa Cruz, con motivo
del nacimiento del príncipe Felipe (futuro Felipe IV), en el curso de
los cuales recorrió las calles de la villa una procesión acompañada por
gaiteros, en la que intervinieron los gremios que ejecutaron danzas de
mazas, lanzas y arcos: “ni más ni menos que las suelen hacer el dcho.
día [de Corpus Christi]”. Al paso del cortejo se engalanaron las
casas, la iglesia y las barcas de los pescadores, se limpiaron las
calles, se disparó abundante mosquetería, ardieron decenas de barriles
de alquitrán y se levantó un arco de madera en la plaza de la villa.
El relato de 1605
nos da una idea clara del grado de espectacularidad que debieron de
tener las procesiones de la villa a las que, según ordena el Sínodo
tudense de 1627, estaban obligados a concurrir los curas y capellanes de
las feligresías de Beade, Valladares, Matamá, Comesaña, Corujo, Navia,
Alcabre y Coia.
En ellas, como en
otros muchos lugares, intervenían los gremios con sus danzas, que
eran obligatorias como se encargan de recordar las Ordenanzas de la
Cofradía de 1627:
“Item. Ordenamos que el día de
Corpus Christi de cada año, todas las personas que los mayordomos
señalaren y nombraren de los dichos oficios y de cualquier oficio de la
Tierra, siendo suficientes para danzar, los puedan compeler para que
dancen el dicho día, y si no fueren a los ensayos (...) sean ejecutados
en cada ensayo por una libra de cera para las obras de esta santa
Cofradía”.
Las anotaciones del Libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento
informan de pagos a los gaiteros y otros músicos que acompañaban a la
procesión (1631,
1680 y 1684), y de la participación de los vecinos que con
vestuario adecuado representaban a los santos en el cortejo (en 1684 se
anota un asiento por “una diadema que lleva el día del Corpus el que
hace el papel de San Esteban”). La presencia de los gaiteros es una
constante en todas las villas gallegas y el hecho de que se les
contratase por varios años y en escritura validada por escribano público
nos ha garantizado la conservación de su memoria en los archivos
notariales hasta el siglo XVIII, época en la que los obispos de
Tui prohibieron su participación en las "misas, funciones y
procesiones", obligando a los párrocos a
suspender las procesiones si los gaiteros tocaban:
“Item ordena y manda
S. S. I. al abad de esta parroquia y más personas a quien toque,
que no permita por ningún acontecimiento que en las misas funciones
y procesiones de su Iglesia parroquial, capillas y santuarios de su
distrito se toque gaita ni otro instrumento semejante, conforme S.
S. I. lo tiene prevenido en su Carta circular expedida en el asunto,
y en el caso de que alguna persona se entrometa a tocar al tiempo de
andar la procesión, se suspenda en ella y se retire a la Iglesia, lo
que observen dichos abades y curas bajo la misma pena de 50 ducados
y con apercibimiento de lo más a que haya lugar”
(Visita a la parroquia
de S. Miguel de Bouzas, 1 de noviembre de 1729).
En Bouzas está documentado el gaitero Juan Conde, vecino de San Martín
de Vilaboa, que en marzo de 1631 se comprometió con Juan González
Nandín, mayordomo de
la Cofradía del
Santísimo de la villa,
para “tocar en el día y la víspera del Corpus del
presente año”, “con su instrumento de gaita y tamboril”,
cobrando 34 reales y la comida. Hay
también noticias desde 1643 de una Cofradía del Santísimo Sacramento
en la parroquia de San Andrés de Comesaña que participaba en la
procesión del Corpus de Bouzas y pagaba un gaitero, y en la villa
está documentado en 1679 "Domingo González, gaitero de la calle de
Santana". Ya en el siglo XVIII tenemos
noticias de gaiteros contratados fijos por las cofradías; la de San
Antonio, por ejemplo, tenía uno para tocar en todas las fiestas del año
que en 1720 cobró 58 reales.
Como probablemente sucedió en Vigo en los primeros tiempos, en Bouzas no
había al principio custodia procesional, suplida por un cáliz
sobredorado llevado en andas de madera guarnecidas por una “cubierta
carmesí que se pone en las andas el día del Corpus con ocho mangos que
sirven de cubrir las mismas andas con su estrado de tafetán encarnado
con su fleco de seda”. La custodia actual es del siglo XVIII (ca.
1730), obra americana seguramente de talleres bolivianos.
En cuanto a las
danzas, los documentos mencionan las de arcos, mazas, y lanzas o espadas,
y la obligación de los cofrades de participar en las danzas, pena de
multa de 4 libras de cera si se negaban y 1 si faltaban a los ensayos. Hay también
algunos testimonios del siglo XIX que mencionan una danza de penlas,
similar a las que tenemos documentadas en otros lugares de Galicia y
pervive aún en Redondela. Los mismos documentos se refieren también a
las danzas de personajes enmascarados del estilo de los céntulos
de Pontevedra, el feno de Rivadavia y Allariz o los gamachiños
de Betanzos:
“Antes de éstos (los danzantes gremiales) entra uno enmascarado,
con una banda de lino colgada a las espaldas, vestido con alba, que
siempre la sacan de la Iglesia, y descalzo, dando quites desentonados
como de un bravo toro, puesto en medio de otros dos, también
enmascarados, en figura, según su modo, de traer preso al otro, pues
traen dos espadas sobre él y pegan los mismos pulos al aire en el que
dicen “¡salta Clara!”, y después entran los primeros ya referidos con
una que llaman “la penliña”, ésta vestida decentemente en figura
de ángel”.
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Libro de la Cofradía del SS. de
1746 ss.
Archivo Diocesano de
Tui
Custodia procesional de plata de la
Colegiata de Vigo. Artes Granda (Madrid), estrenada en 2011.
Libro de los autos, cuentas
y cosas del Ayto. de la villa de Bouzas (1599-1615), en el que se
encuentran noticias sobre la celebración del Corpus en la villa.
Custodia del Corpus de Bouzas (ca.
1730)
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