Ámbito bizantino

     ​ En el arte bizantino de Grecia, Georgia y el área de los Balcanes, especialmente en las regiones de Bucovina, Besaravia y Valaquia, hay en la pintura de los siglos XVI-XVIII numerosos casos de Juicios Finales en los que los demonios se esfuerzan en conseguir la condena de un hombre, inclinando la balanza sostenida por la mano divina hacia el lado de sus malas obras. Para ello emplean sus artimañas habituales: se cuelgan del brazo de la báscula, tiran hacia abajo del platillo con sus ganchos, y organizan una cadena para transportar la nómina de los pecados del juzgado, los cuales se encuentran escritos en rollos de pergamino. En varios de estos casos (Anapafsas, Xeropotamou, Voronet, Humor, Horezu), uno de los demonios asciende penosamente ayudándose con un bastón para soportar el peso del hato de pergaminos que carga a su espalda, en una figura notablemente parecida a la de algunos Tutivillus occidentales como el de la Virgen de la Misericordia  de las Huelgas (Burgos) o el del  fresco de Actopan (México).     

   No creo que se trate exactamente de Tutivillus y no he podido encontrar noticias de que su historia o su nombre fuesen conocidos en la iglesia ortodoxa. Sin embargo, es evidente que se trata de demonios recolectores de pecados [1], que existen relaciones con las imágenes occidentales (hay casos ingleses y daneses de demonios con libros en la balanza del Juicio), y que el énfasis en el esfuerzo del demonio, que apenas puede soportar el peso de los pecados, es el mismo que en occidente. Las imágenes bizantinas debieron de influir en la iconografía de nuestro demonio a través de Italia, y resulta revelador que en el Juicio Final románico-bizantino de Torcello (Venecia) los demonios traten de inclinar la balanza de S. Miguel colocando en ella pecados metidos en sacos. En Italia, la iconografía fue conocida posteriormente en la escuela creto-veneciana de los siglos XVI y XVII (iconos de Georgios Klontzas, Ambrosio Monaco y Franghias Kavertzas). 

    La iconografía está documentada desde el siglo XII en Grecia y Constantinopla, fue muy popular en la zona balcánica en los siglos XVI y XVII (Arbore, Sucevita, Rasca, Probota...), y dado el tradicionalismo de la pintura bizantina, se repite en numerosos Juicios Finales de los siglos XVIII y XIX (Polovragi, Maldaresti, Raduil y San Spyridon de Bucarest en el siglo XVIII, y Rila y Bachkovo (Bulgaria) en el XIX).    Aparece también en otros ámbitos de influencia bizantina, por ejemplo en Rusia (en la escuela de Novgorod hay ejemplares desde el siglo XV), en un icono del monasterio de Balamand (Siria, 1699) y otro del Museo Onufri (Berat, Albania, 1846). Hay también numerosísimos casos neobizantinos actuales.

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[1] Estos sí documentados en oriente desde el Apocalipsis de Sofonías (s. I) y Proclo de Constantinopla (ca. 431), y mencionados en decenas de textos posteriores de la patrística ortodoxa. 


Julio I. González Montañés 
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