¿Demonio de impresores?

Imprenta del siglo XVII. Grabado de Abraham von Werdt (1677)

    ​ La aparición de la imprenta a finales del siglo XV, trasladó el problema de los errores en las copias de libros de los amanuenses a los tipógrafos. Muchos de ellos, especialmente los aprendices a los que se encargaba la composición de las páginas, apenas sabían leer por lo que introducían en los textos numerosas erratas, lo cual explica que fueran conocidos en Inglaterra como los printer's devils.   

    El Dictionary historical and critical of Mr. Peter Bayle recoge, a principios del siglo XVIII, algunos casos de erratas de imprenta famosas atribuidas al demonio [1], gazapos ampliados y popularizados más tarde por Isaac D'Israeli, padre del primer ministro inglés Benjamin D'Israeli, en un artículo publicado en sus Curiosities of Literature [2].  El caso más famoso, si bien en él, como en el resto de los otros, no se menciona el nombre de Tutivillus, es el de la versión latina de la Anatomía de la Misa de Antonio de Aeda, impresa sin indicación de lugar en 1561 (Missae ac Missalis Anatomia…). Su editor, el obispo P. P. Vergerius, tuvo que añadir a las 172 páginas del texto nada menos que 15 páginas de fe de erratas, y se consideró obligado a justificar tamaño número de errores por una doble intervención del demonio: la primera eliminando partes y haciendo ilegibles otras en el manuscrito original, y la segunda confundiendo a los impresores en la composición: 

    "Maledictus Sathan, ut totam MISSAE (execranda filia sua) Tragoediam in hoc instituit, et gubernavit haectenus, quo CHRISTI meritum prorsus in hominum pectoribus extingueret, ac mendaciorum tenebras pro veritatis luce obtruderet: ita iam quoque, dum hie ipse libellus excuderetur, rursum artes suas egregie adhibuisse videtur, dum tot eum mendis conspurcari (ut multis in locis non modo nulla  sententiam, sed inversam plane eolligere liceat) curavit, quo eius lectionem vel prorsus e manibus piorum excuteret (…), libellum iam typis absolutum denuo percurrere, atque errata, quam libet multa, tamen ea (nam in nullo unquam libro, vel centuplo hoc quidem maiore, tot esse unquam commissa puto) hic subnotare, quo cuivis lectionem sibi emendare in promptu esset, operae pretium duxi" [3].  

    Aunque las erratas siguieron apareciendo en gran número en los impresos (es famosa por sus abundantes errores la edición de la Vulgata de Sixto V que provocó las burlas de los luteranos sobre la infalibilidad papal), no hay muchos más casos en los que se le atribuyan las faltas al demonio (y ninguno a Tutivillus), al menos hasta épocas recientes. Marc Drogin señala en su libro Medieval Calligraphy : Its History and Technique (1980) que: "durante el último medio siglo, todas las ediciones del 'Oxford English Dictionary' han incluido alguna referencia de página incorrecta con una primera mención de Titivillus a pie de página". Es cierto, pero se trata de un guiño o broma para eruditos, basado en Diccionarios del siglo XIX que hacen referencia a Tutivillus, y sigue sin estar documentado, en los textos de los siglos XV-XVII, su papel como demonio de impresores.   

  Por lo que respecta al arte, solo conozco un caso -en realidad erróneo- de un supuesto demonio de la imprenta antiguo (grabado de Abraham von Werdt, cf. Foto 1), los restantes son de los siglos XIX y XX, con toda probabilidad inspirados en los Diccionarios ingleses de la época. El más famoso es el Printer's devil de York  (ca. 1810, cf. Foto 2), el cual sirvió de modelo para los de la Imprenta del gobierno de Australia en Brisbane (1910) y del estandarte de la prensa de Glasgow (cf. Fotos 3 y 4).

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[1] The dictionary historical and critical of Mr. Peter Bayl, Londres, J. J. and P. Knapton, 1738, Volumen 5,  pp. 455-56.
[2] D’ISRAELI, Isaac, Curiosities of Literature, V.V.E.E., Londres, 1791–1834, vol. 3, capítulo "Errata".

[3] Maldito sea Satanás, quien escribió en esto toda la Tragedia de la Misa (maldita sea su hija), y quien maniobró de tal manera que erradicó por completo la acción benéfica de Cristo de las almas de los hombres y les impuso con fuerza la oscuridad de la mentira en lugar de la luz de la verdad: así, mientras este libro ya se publicaba, una vez más pareció haber usado sus artes admirablemente, cuando se cuidó tantas veces de que estuviera manchado de errores (de modo que en muchos lugares no solo no era posible discernir claramente ninguna expresión, sino, más bien, lo contrario), para que su lección surgiera directamente de las manos de hombres piadosos […], así que se revisó de nuevo el manuscrito, para librarlo de erratas; sin embargo, creo que vale la pena señalar los errores aquí, por numerosos que sean (de hecho, no creo que se hayan cometido tantos en ningún otro libro, ciertamente incluso más de cien), para que sea fácil para cualquiera corregir la edición por sí mismo.

Julio I. González Montañés 
jgmontanes@gmail.com