¿Demonio de impresores?
Imprenta del siglo XVII. Grabado de Abraham von Werdt (1677)
La aparición de la imprenta a finales del siglo XV, trasladó el problema de
los errores en las copias de libros de los amanuenses a los tipógrafos. Muchos
de ellos, especialmente los aprendices a los que se encargaba la composición de
las páginas, apenas sabían leer por lo que introducían en los textos numerosas
erratas, lo cual, unido a sus manos y rostros ennegrecidos por la tinta y el humo de los hornos en los que se fundían los tipos de plomo, explica que fueran conocidos en Inglaterra como los printer's devils.
Esta circunstancia, y la confusión que desde 1877 llevó a considerar a Tutivillus el causante de los errores en las copias de libros, lo convirtió también en demonio de la imprenta, si bien no existe ningún texto antiguo que le adjudique tal papel y solo uno en el que las erratas de un libro impreso se le atribuyan al demonio. Se trata de la versión latina de la Anatomía
de la Misa de Antonio de Aeda (o de Adamo =Agostino Mainardi), impresa en Alemania sin indicación de lugar en 1561 (
Missae ac Missalis Anatomia…). Su editor, el italiano Petrus Paulus Vergerius, obispo de Capodistria convertido al luteranismo y exiliado en Tubinga, tuvo que
añadir a las 172 páginas del texto nada menos que 15 páginas de fe de erratas, y
se consideró obligado a justificar tamaño número de errores por una doble
intervención de Satanás: la primera eliminando partes y haciendo ilegibles
otras en el manuscrito original, y la segunda confundiendo a los impresores en
la composición:
"Verum maledictus Sathan, ut totam Missae (execrandae filiae suae) tragoediam
in hoc instituit, et gubernavit haectenus, quo Christi meritum prorsus in
hominum pectoribus extingueret, ac mendaciorum tenebras pro veritatis luce
obtruderet: ita iam quoque, dum hie ipse libellus excuderetur, rursum artes suas
egregie adhibuisse videtur, dum tot eum mendis conspurcari (ut multis in locis
non modo nulla sententiam, sed inversam plane eolligere liceat) curavit, quo
eius lectionem vel prorsus e manibus piorum excuteret: vel mendarum tedio ita lecturos assiceret, ut ad finem usque
lectionem deducere non nisi summa cum nausea possent. Idem vero etiam antea
quam ad Typographum libellus perveniret, alia via aggresus, eum in lacunam
alicubi projectum ita deturparat, ut non paucis foliis in itinere, antequam aserretur,
ex coeno ac humore illo jam corruptis ac putridis, scriptura etiam passim ita
obliterata fuerit, ita multis in locis lacerata omnia, ut non modo non legi recte,
sed ne aperiri quidem alicubi absque detrimento, ac folia a se mutuo separari
potuerint. Huic itaque Sathane fraudulentiae occurrere studens, libellum iam typis
absolutum denuo percurrere, atque errata, quam libet multa, tamen ea (nam in
nullo unquam libro, vel centuplo hoc quidem maiore, tot esse unquam commissa
puto) hic subnotare, quo cuivis lectionem sibi emendare in promptu esset, operae
pretium duxi" [1].
Pierre Bayle recogió a
finales del siglo XVII en su Dictionnaire historique et critique este caso [2], popularizado más tarde, con otros muchos gazapos famosos, por Isaac
D'Israeli, padre del primer ministro inglés Benjamin D'Israeli, en un par de artículos publicados en sus Curiosities of Literature [3]. Aunque las erratas siguieron apareciendo en gran número en los impresos [4], no existen más casos en los que se le atribuyan los errores al demonio (y, por tanto, tampoco a Tutivillus), al menos hasta épocas
recientes.
Marc Drogin señala en su libro Medieval Calligraphy : Its History and
Technique (1980) que: "durante el último medio siglo, todas las
ediciones del 'Oxford English Dictionary' han incluido alguna referencia de
página incorrecta con una primera mención de Titivillus a pie de página". Es
cierto, pero se trata de un guiño o broma para eruditos, un joke basado en Diccionarios del siglo XIX que hacen referencia a Tutivillus como diablo de la imprenta, y sigue sin
estar documentado en los textos de los siglos XV-XVIII su papel como demonio de
impresores, como no lo está en la Edad Media su rol de confundidor de amanuenses.
Por lo que respecta al arte, solo conozco un caso de un supuesto demonio de la
imprenta antiguo (grabado de Abraham von Werdt, cf. Foto 1), en realidad erróneo ya que el "diablo" es simplemente un grifo, emblema heráldico de los impresores germanos. Los restantes son de los siglos XIX-XX y con
toda probabilidad inspirados en los Diccionarios ingleses de la época. El
más famoso es el Printer's devil de York, situado en la fachada de la casa en la que se imprimió el primer periódico de la ciudad (ca. 1810, cf. Foto 2), el cual sirvió de modelo para los de la Printing Office del gobierno
de Australia en Brisbane (1910) y de la insignia de los estudiantes del Glasgow Printing College (cf. Fotos 3 y 4).
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[1] Maldito sea Satanás (y maldita sea su prole), el cual escribió todo esto en la 'Tragedia de la Misa' y maniobró de tal manera que erradicó por completo la acción benéfica de Cristo de las almas de los hombres y les impuso con fuerza la oscuridad de la mentira en lugar de la luz de la verdad. Así, mientras este libro ya se publicaba,
una vez más pareció haber usado sus artes admirablemente cuando se cuidó tantas veces de que estuviera lleno de errores (de modo que en muchos lugares no solo no era posible discernir claramente
ninguna expresión, sino, más bien, lo contrario), para que
su lección no llegara directamente a las manos de los hombres piadosos, o bien leyeran los errores con tanta pesadez que no lograran terminar la lectura, salvo con terrible desagrado. Incluso antes de que el librito llegara al impresor, Satanás hizo uso de una estratagema llenándolo de agujeros en el camino y desfigurándolo de tal manera que en varias hojas la escritura también estaba borrada por completo por el barro y la humedad, ya corrompida y pútrida, y todo estaba tan roto en muchos lugares que no solo no se podía leer correctamente, sino que ni siquiera se podía abrir en algunos puntos sin dañarlo, y las hojas no se podían separar. Por lo tanto, se revisó de nuevo el libro una vez impreso, para librarlo de
erratas. Sin embargo, creo que vale la pena señalar aquí los errores aún existentes,
por numerosos que sean (de hecho, no creo que se hayan cometido tantos en ningún otro libro,
ciertamente incluso más de cien), para que
sea fácil para cualquiera corregir la edición por sí mismo.
[2] Publicado en Rotterdam en 1697 y reimpreso en 1702, se difundió en el siglo XVIII en traducción inglesa: The
dictionary
historical and critical of Mr. Peter Bayl, J. J. and P. Knapton, Londres, 1734-1738, voz Vergerius, vol. 5, pp. 451-456 (esp. 455-56).
[3]
D’ISRAELI, Isaac, Curiosities of Literature, V.V.E.E., Londres,
1791–1834. Especialmente vol. 1, capítulo Errata (pp. 63-67), y vol. 3, capítulo The Pearl Bibles and Six Thousand Errata, pp. 427-433.
[4] Es famosa por sus numerosos errores la edición de la Vulgata de Sixto V (1590), que
provocó las burlas de los luteranos sobre la infalibilidad papal. También es célebre la impresión de la Biblia encargada en 1631 por Carlos I de Inglaterra a los impresores R. Barker y M. Lucas, los cuales "olvidaron" poner la negación al principio del sexto mandamiento quedando el texto como una incitación a cometer actos impuros (por ello se la conoce como la Wicked Bible), así como la denominada Vinegar Bible inglesa de 1717, en la cual la parábola de la viña del evangelio de Lucas se convirtió en parábola del vinagre al imprimirse vinegar en lugar de vineyard . Sobre el tema de las erratas en la literatura y el periodismo véanse, entre otros muchos trabajos: ESTEBAN GONZALO, José, Vituperio (y algún elogio) de la errata, Editorial Renacimiento, Sevilla, 2002; LÓPEZ BARRIOS, Carlos Humberto, Helarte de la errata, Praxis, México, 2005; y MOYA MÉNDEZ, Misael, Expedición al mundo de la errata, Editorial Feijóo, Santa Clara (Cuba), 2020.
Julio I. González Montañés
jgmontanes@gmail.com