Recolector de pecados
Antes de que aparezca la historia de Tutivillus en los textos
conservados tenemos en el arte representaciones de demonios escritores en las
portadas y los coros de las iglesias, y, en algunos casos, las inscripciones en
los pergaminos que escriben no dejan lugar a dudas de que su trabajo consiste en
recopilar de manera general los pecados de la humanidad. Así sucede, por
ejemplo, en un relieve de la puerta de la iglesia de la abadía de María Laach (Renania)
en el que la inscripción del pergamino que escribe el demonio dice claramente: PECCATA POPULI.
Los exempla medievales de Tutivillus conectan con una creencia que viene de
los orígenes del cristianismo (
Apocalipsis de Juan y Sofonías,
Sermón sobre la Encarnación de Proclo de Constantinopla…), la cual sostiene la
existencia de Libros de la Vida y Libros de pecados en los que ángeles y demonios van
anotando las obras buenas y los pecados de cada ser humano para presentarlos tras su muerte como pruebas en el Juicio del Alma.
En la literatura,
el apócrifo copto titulado
Apocalipsis de Sofonías (c. 70 d.c.) es el
primer texto que hace
referencia a la recolección de pecados y, ya en la Edad Media, Beda el Venerable demuestra en el siglo VIII conocer la creencia, y
la popularísima
Legenda Aurea de Jacoppo da Varazze (cap.
CXXIV) relata, hacia 1264, el encuentro de San Agustín con un demonio portador
de un enorme códice conteniendo “los pecados cometidos por los hombres de todas las
regiones de la tierra desde el comienzo del mundo…”. Varazze no especifica
de qué demonio se trataba, pero a mediados del siglo XV el predicador francés
Pierre Marini, en su
Sermón sobre los pecados capitales, afirma que era
Tintillus, una de las variantes del nombre de Tutivillus.
Como
recolector de pecados se presenta así mismo el demonio en varios Juicios Finales
bizantinos, especialmente de la zona de los Balcanes (Humor, Voronet…), en los
que aparece cargando a la espalda rollos de pergamino que sus acólitos colocan
en el platillo de los pecados de la balanza del Juicio, iconografía que fue
conocida en Italia en ambientes bizantinos tanto en el románico como en el
gótico (cf. el mosaico
de Torcello y el fresco de Matera), y posteriormente en la escuela creto-veneciana. En
occidente aparecen así mismo demonios con libros de pecados en el Juicio Final. El primer
caso que conozco es el de la cruz irlandesa del abad Muiredach (ca. 900), apareciendo más tarde en Italia (Liguria y Piamonte),
Alemania, Inglaterra y los Países Bajos. Son también muy frecuentes en el barroco hispanoamericano (Ecuador, Bolivia, Perú...) los Juicios Finales, los Juicios del Alma y las alegorías de la buena y la mala muerte o de las buenas y malas obras en las que comparecen los demonios llevando los libros de la vida con los pecados escritos en ellos (cf. Fotos).
También en el teatro medieval se menciona la labor de Tutivillus como
recolector de pecados, y él mismo así lo afirma en
los Towneley Plays (nº XXX, vv. 212 ss.): My name is Tutivillus/ My horn is blawen/ (...) briefs in my bag, man, of synnes dampnabill, al tiempo que uno de sus
ayudantes se queja de que tener que llevar más sinners’ rolls de los que
puede cargar, lo cual parece indicar una familiaridad con representaciones del Juicio Final en las que los demonios colocan en la balanza de San Miguel los pergaminos enrollados que contienen los pecados, las cuales existen también en el arte occidental (tímpano de Sangüesa), y en Inglaterra como libros (vidriera de Brightwell Baldwin, siglo XV).
Julio I. González Montañés
jgmontanes@gmail.com