España
En
el arte peninsular creo que podemos identificar a nuestro personaje en una dovela de la
portada Sta. Mª del Camino de Carrión de los Condes (c. 1135-65), que ya he
mencionado al referirme a Tutivillus en el románico y
a su faceta de recolector de pecados.
Dudoso es el caso del demonio-dragón con libro de una ménsula del
claustro de la Catedral de Pamplona (siglo XIV), pero indudable el de una misericordia de la Catedral de Sevilla (segunda mitad del siglo XV) que ya había sido interpretada por Isabel
Mateo y por Dorothy y Henry Kraus como un demonio escribiendo el nombre de los
pecadores, aunque sin hacer referencia a Tutivillus ni al teatro y a
los sermones como fuente para la imagen.
Otro caso muy claro es
el de un pomo de la sillería de coro de la Catedral de Plasencia (c. 1500),
donde nuestro demonio aparece con pergamino, stilus y tintero, escribiendo las omisiones
de los cantores como en otros muchos casos europeos. Quizá sea también
Tutivillus el demonio antropomorfo con pergamino de un pomo de la sillería de Ciudad Rodrigo, aunque en este caso la ausencia del cálamo y el tintero no
permiten afirmarlo con seguridad, y lo mismo sucede con los demonios-fauno con
pergamino en la mano que aparecen en los remates de los pasamanos de las
escalerillas de la sillería de Santo Domingo de la Calzada y en los pomos de otras sillerías españolas.
Demonio
escritor de pecados es, sin duda, el de la mocheta derecha de la
portada occidental de la iglesia románica del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Miño (Escairón, O Saviñao-LU, ca.
1220-30), que tiene como pendant un ángel
recolector de las buenas obras, como en Bonn o Milstatt (en Galicia, un paralelo, dudoso por el mal estado de
las piezas, en las mochetas de San Juan de Portomarín, obra, como las de Ribas de
Miño, del círculo del Maestro Mateo).
Dudoso es también el
caso de una inicial P en un manuscrito de la segunda mitad del siglo
XII que contiene las Epístolas de San Pablo (
Epistolae Beati Pauli cum glossa seu expositione). Quizá francés, procede del colegio de San Ildefonso y en la actualidad es el Mss. 44 (olim
118-Z-33) de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense.
En el astil de la inicial aparece un demonio o duende de piel
verdosa que sostiene un saco a su espalda colgado de un bastón. Se trata quizá simplemente de una drôlerie, pero
asociar al diablillo con los sacos podría indicar un conocimiento de
los exempla sobre los demonios recolectores de pecados y
chismes, y en la epístola a Tito en la que aparece la inicial hay
una referencia a las mujeres maledicentes: Que las ancianas
igualmente se porten como corresponde a santas mujeres; que no sean
chismosas... (2, 3).
Joaquín Yarza
quiso
verlo, en su supuesta faceta de merodeador de bibliotecas, en el diablo cargando
un hato de libros a la espalda que aparece en la parte superior derecha de la Virgen de la
Misericordia
del monasterio de las Huelgas (Burgos). En mi tesis doctoral
(2002) ya señalé que estoy de acuerdo con la identificación, aunque creo más
probable que los códices que lleva contengan los pecados de aquellos a los que
la Virgen protege con su manto. Sin embargo, no
todo el mundo piensa igual: Hernando Garrido lo interpreta como una imagen
antijudía y a los libros como el Talmud y la Biblia Hebrea, y Esperanza Aragonés
piensa que quizá se trate de Baalberith, variante del dios fenicio Baal,
convertido por el cristianismo en “bibliotecario y conservador en jefe de los
archivos del Infierno”.
El
personaje de Tutivillus no es demasiado frecuente en la literatura homilética peninsular y está completamente
ausente en el teatro, por lo que para explicar su aparición en la iconografía quizá haya que pensar en una transmisión por
vía artística. Ya Isabel Mateo notó el parecido del diablo de la misericordia sevillana
con el de la misericordia inglesa de Ludlow, y en efecto a una tradición común
deben de remitir ambos ejemplos.
En cualquier
caso, el nombre de nuestro demonio y el exemplum de Jaques de Vitry
eran conocidos en España. Se conserva una traducción al catalán del
Alphabetum Narracionum
de Arnoldo de Lieja que recoge la mayoría de los exempla de los
Sermones vulgares
de Jaques de Virty (
Recull de Eximplis
, principios del siglo XV), en
la cual se le llama Titelino / Titulinus,
y con el nombre de Titiuillus,
aparece así mismo en la
Callioperria del canónigo toledano Juan de Vergara (ca.
1522-1554), como demonio que interviene en un consejo infernal convocado por
Dite [1].
Sin nombrarlo, se recoge
también la historia del demonio recolector de omisiones que estira el pergamino
con sus dientes hasta romperlo en el
Libro de los exemplos o Suma de exemplos
por A.B.C.
de Clemente Sánchez Vercial (principios del siglo XV, exemplo nº
382); en el
Espéculo de los legos (trad. castellana de mediados del siglo
XV del
Speculum Laicorum
latino de finales del siglo XII), nº 180; en
el
Fructus Sanctorum
de Alonso de Villegas
(1594, Discurso 69, 12); en
El donado hablador
, de Jerónimo de Alcalá Yáñez (1624, Libro
I, cap. III) y en algunas biografías de San Isidro, patrón de Madrid
(véase la de J
erónimo de Quintana de 1629).
En su faceta de recopilador de síncopas de los clérigos aparece
también, sin nombre, en la versión de Ramón Llull del Liber de septem donis spiritus sancti
de Étienne de
Bourbon (Mallorca, 1313),
y en el
Prado Espiritual
de Juan Basilio Santoro (1592, Libro Quarto,
cap. XXXVIII), una traducción castellana amplificada del
Speculum exemplorum
del flamenco Johannes Buch (ca. 1480). Por otra parte, hay que señalar que en algunas
versiones medievales no hispanas del exemplum, como la del
Mariale Magnum
(ca. 1200)
y sus derivaciones:
Stella Maris
de John Garland,
Speculum Historiale
de Vicente de Beauvais,
Maríu Saga
islandesa y Rosarium dominco, la historia del demonio que golpea la
cabeza contra un muro al rompérsele el pergamino que pretendía estirar, se sitúa
en la catedral de Toledo: De toletano quodam subiacono qui diabolum vidit in specie simie.
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[1] Distinto es el caso del Titillitium o Titivilicio,
personaje
de los Diálogos escolares del humanista valenciano Juan Luis Vives, ya que no se trata de un
demonio sino de un estudiante cuyo nombre probablemente alude, siguiendo a Plauto y sus derivaciones, a su poca importancia,
o sea, que es un mindundi o don nadie
(en Plauto (Casina, 2, 5 39), titivillicium =menudencia o cosa de escasa entidad).
Julio I. González Montañés
jgmontanes@gmail.com